Comentábamos en la última entrada que dos esfinges egipcias flanqueaban la entrada del mausoleo del emperador romano Diocleciano en la ciudad de Split. Lo que no dijimos es que representan al faraón Tutmosis III, de la XVIII dinastía, que reinó en Egipto en el s. XV a. C. Ahora que arrecia el otoño, es buen momento para viajar al país del Nilo. Pero en vez de detenerme en el personaje de Tutmosis III, lo voy a hacer en la figura de su antecesora, la reina Hatshepsut.

Hatshepsut, reina de Egipto

Hatshepsut

Hatshepsut (foto: Wikimedia)

Del personaje de Hatshepsut lo primero que hay que destacar es su condición de mujer. Conocemos a reinas en el Egipto helenístico, la más famosas de las cuales es, por supuesto, Cleopatra. Pero en el Egipto faraónico la única figura femenina que accedió al trono fue la de esta reina, perteneciente, como su hijo, a la XVIII dinastía y que gobernó su país entre 1490 y 1468 a. C.

La sociedad egipcia era algo más benevolente con las mujeres que otras sociedades de la antigüedad, como Grecia o Roma. Pero de ahí a que una mujer pudiera hacerse con el poder absoluto del país había un gran trecho. De hecho, la reina Hatshepsut se hacía representar en el arte oficial con el tocado y la barba postiza habitual en las esculturas de sus predecesores masculinos. Su reinado fue uno de los más prósperos de la historia del Egipto antiguo.

Reina constructora

Muchos son los monumentos que la reina construyó, contribuyendo al embellecimiento y engrandecimiento del país. Pero uno de los legados más significativos del gobierno de Hatshepsut, lo constituye su templo funerario, Deir-el-Bahari, situado en el Valle de los Reyes, en la orilla occidental frente a la ciudad de Tebas, capital durante el Imperio Nuevo. Se trata de un speos, es decir, un templo subterráneo excavado en la ladera de la montaña, al que se accede por una serie de rampas que comunican terrazas a distintas cotas, y que cuenta con magníficos relieves policromados en su interior. El arquitecto fue Senemut, una de las personas más influyentes en el reinado de Hatshepsut, considerado por algunos investigadores amante de la reina, además de arquitecto oficial del reino. Se le ha llegado incluso a atribuir la paternidad de Neferura, la hija de Hatshepsut, que más probablemente era hija de Tutmosis II.

Deir el Bahari

Deir el Bahari (foto: Wikimedia)

La decoración del templo representa principalmente la actividad comercial que desarrolló la reina con el lejano país del Punt. Se ha discutido mucho sobre la localización real de este territorio, de donde procedían los mejores árboles de incienso y mirra, materias olorosas apreciadísimas en la época. Pero en cualquier caso debía de estar en algún lugar de la costa africana del Océano Indico, al sur de Egipto, desde el que también se importaba oro, marfil y ébano.

Hatshepstut tras su muerte fue sometida a una damnatio memoriae, es decir, una anulación intencionada de su papel político e histórico, puesto en práctica borrando su nombre de los anales y edificios egipcios. ¿Fue su sucesor en el trono, su hijastro Tutmosis III, siguiente faraón en la dinastía, el responsable de esta damnatio? Tal vez tengamos que preguntárselo a las esfinges de Split…