Uno de los objetos arqueológicos más habituales de Teotihuacán, México, que ocupaba nuestro post anterior, eran las máscaras talladas en piedra. Sigamos con máscaras y Arqueología para llegar a… no, no le va a tocar (todavía) el turno a la máscara de Tutankhamon. Nuetra protagonista de hoy va a ser: la máscara de Agamenón.

 

La Máscara de Agemenón.

Máscara de Agamenón, Museo Arqueológico de Atenas (foto: Wikipedia)

Agamenón es un personaje que oscila entre lo histórico y lo legendario. Su figura nos ha llegado principalmente a través de la Iliada, el mayor ejemplo de literatura épica de la Antigua Grecia que escribió el poeta Homero en el s. VIII a. C. En la Iliada, Homero nos narra el último año de la contienda entre una coalición de ciudades aqueas y la ciudad de Troya, en la actual Turquía, acontecimientos históricos que durante mucho tiempo se creyeron leyenda y que hoy se sitúan en torno al año 1180 a. C. Como veis si comparais las fechas, transcurrieron varios siglos entre el desarrollo de la guerra y el momento en el que Homero puso por escrito los hechos allí acontencidos. Durante este tiempo es presumible que los hechos se transmitieran de generación a generación a través de la tradición oral.
La ciudad de Micenas.

Reconstrucción de Micenas (foto: radspain.com)

Pero hablemos un poco de la historia para poder situar a Agamenón. Los antecedentes de la Guerra de Troya se corresponden con un mito tan hermoso que creo que es mejor postponerlo para dedicarle una entrada completa del blog. Lleguemos por tanto, con un ligero salto, al momento en el que el joven príncipe troyano Paris, hijo de los reyes Príamo y Hécuba, huye a Troya llevándose consigo a Helena, la mujer más bella del mundo. Hasta aquí todo bien. Pero el problema es que Helena estaba casada con Menelao, rey de Esparta, que lógicamente no aceptó humildemente la traición de su esposa. Sin embargo, Menelao no tenía arrestos suficientes para encarar el problema, así que acudió a pedir ayuda a su hermano Agamenón, que reinaba en otra ciudad, de nombre Micenas. Agamenón se sintió ultrajado por el deshonor que había sufrido su hermano o, más probablemente, vio una ocasión inmejorable para atacar Troya, ciudad envidiada por muchos por su privilegiada ubicación a orillas del mar, en el estrecho de los Dardanelos. Troya controlaba, por tanto, una importante ruta comercial que, primero atravesando el Mar de Mármara, llegaba después al estrecho del Bósforo para acceder al Mar Negro, comunicando éste con el Mediterráneo. Así que Agamenón convocó a otras ciudades vecinas, todas ellas culturalmente griegas pero políticamente independientes, y consiguió juntar un poderoso ejército que, atravesando el Mar Egeo, arribó hasta las costas de Troya.

 

Recreación del sitio de Troya

Recreación del sitio de Troya (foto: theredlist.com)

El enfrentamiento entre la coalición de ciudades aqueas y Troya duró diez años. El ejército aqueo sitió la ciudad que, gracias a sus poderosas murallas, resistió los intentos de conquista. Homero sitúa el arranque de su obra en el último año de la guerra. Algunos de los héroes más insignes de la épica griega, como Aquiles, Patroclo, Héctor o Ayax, son los protagonistas de la obra y desfilan por sus páginas narrándonos con todo detalle los combates singulares entre los héroes o las intrigas desarrolladas dentro del bando aqueo. Agamenón era un caudillo complicado. Arrebató a Briseida, una esclava de Aquiles, y consiguió de esta manera enfadar al héroe que se retiró de la contienda. Sólo la muerte de Patroclo, su amigo, su compañero, su amante, enfureció a Aquiles hasta el punto de llevarle a regresar a la batalla. El combate singular entre Aquiles y Héctor, hijo de los reyes de Troya y, por tanto, hermano de Paris, es uno de los momentos álgidos del poema homérico. Finalmente, Aquiles da muerte a Héctor.
En realidad, la Iliada termina aquí. El desenlace conocido por todos, en el que guerreros aqueos se introducen en las murallas de Troya gracias a la estrategema del caballo, y la muerte de Aquiles, que sucumbe por una flecha de Paris, son acontecimientos que conocemos a través de la Odisea, la otra obra cumbre de Homero. En ella nos narran el regreso de Odiseo a su patria, Itaca, tras finalizar la guerra. Pero eso lo dejamos para otro momento.
¿Dónde queda en nuestra historia la máscara de Agamenón? En 1800, un comerciante alemán, Heinrich Schliemann, apasionado de la Arqueología en general y de la épica griega en particular, se lanza por tierras griegas y turcas a la búsqueda de las ciudades mencionadas en la Iliada. Un loco, un visionario para la mayoría de sus coetáneos que consideraban la Iliada un conjunto de fábulas. Sin embargo, Schliemann consiguió localizar, excavar e identificar las ciudades de Troya y Micenas.
Círculo A de Micenas

Círculo A de Micenas (foto: blogs.grupojoly.com)

En las excavaciones de esta última, que llevó a cabo de forma bastante poco ortodoxa, excavó el llamado círculo A, un conjunto de tumbas en el interior de la ciudadela de Micenas. En una de ellas, la magnífica máscara de oro que corona esta entrada del blog, cubría el rostro del difunto. Schliemann, a quien en realidad sólo le interesaba rescatar el pasado homérico, bautizó el tesoro arqueológico con el nombre de “Máscara de Agamenón”. Hoy en día sabemos que ésta se data en un momento bastante más antiguo que la época en la que vivió el rey homérico. Pero la epopeya de Troya, de Homero, de Schliemann, es de tal envergadura que hoy en día todos la seguimos identificando con este nombre.