Veíamos en el último post cuál era el origen de los nombres de los meses y repasábamos la estructura de su disposición a lo largo del año, de origen romano. Pero avancemos un poco más: ¿por qué el año tiene esta duración y no cualquier otra? ¡Sigamos viajando en el tiempo!

El calendario

El origen de cualquier calendario, pasado o actual, es astronómico. El cómputo del tiempo y la organización del calendario anual es algo que se establece de forma consensuada por una sociedad, pero lo habitual es que tenga que ver con cuestiones astronómicas. Por este motivo, los calendarios habitualmente son de dos tipos: calendarios solares (que toman como referencia el tiempo que la tierra tarda en dar una vuelta alrededor del sol) y calendarios lunares (que toman como referencia el tiempo que tarda la luna en dar una vuelta alrededor la tierra). En el primer caso, el del calendario solar, el año dura 365,25 días. En el segundo caso, el calendario lunar, basado en un ciclo de 29,53 días, dura 360 días y es, por tanto, más corto que el calendario solar.

A lo largo de la historia de la humanidad, ambos calendarios han coincidido. El calendario babilónico era del tipo lunar, mientras que en Grecia y en Roma se utilizaba el calendario solar. Es curioso el caso del Antiguo Egipto, que utilizaba ambas versiones: el calendario solar, relacionado con el ciclo agrícola y las crecidas del Nilo, era de carácter civil, mientras que el calendario lunar tenía connotaciones religiosas.

Calendario islámico y su relación con el calendario cristiano

Ambos calendarios no son cosa del pasado. ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué el Ramadán cada año cae en un momento distinto y se va moviendo a través de las estaciones? Tiene que ver con que el calendario islámico es de tipo lunar y, por tanto, no coincide con el calendario occidental que utilizamos nosotros, de tipo solar. Sus años son más cortos. Otra cosa distinta es que, además, su año cero está situado en el 622 del calendario cristiano. Por tanto, además esa diferencia de 622 años, hay que sumar la acumulación de días que cada año se van añadiendo por la diferencia entre el calendario lunar y el calendario solar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una última curiosidad. He comentado al comienzo que el calendario solar se basa en uno año de 365,25 días. ¿Qué pasa con ese cuarto de día que nos sobra cada año? Computarlo año a año sería complicadísimo. ¿Os imagináis que cuando estamos a punto de entrar en el nuevo año, el 31 de diciembre a las 23:59, tuviéramos que esperar varias horas sueltas y reconfingurar el horario del 1 de enero? Por este motivo nuestro año dura exactamente 365 días. Pero eso traía consigo el problema de ir acumulando año tras año ese cuarto de día sobrante que finalmente acababa por descolocar todo el sistema. Por eso Julio César decidió incorporar cada cuatro años un día entero, de más, que se sumaba para recuperar ese 0,25 que se quedaba en el aire. Y así añadió el 29 de febrero, dando lugar a los años bisiestos, que etimológicamente provienen de “bis sextum“, el nombre que, según el calendario romano, tenía el 29 de febrero.

Aankondiging voor kalender 1902 (ca. 1878–1901), Rijksmuseum

Tal vez os estéis preguntando ahora por qué lo añadió a finales de febrero en vez de colocarlo a finales de año, ¿no habría sido más lógico? Podéis recuperar el último post publicado y ahí encontraréis la explicación: los meses de enero y febrero se añadieron de forma tardía y, aunque tiempo después pasaron a abrir el año, durante un tiempo estuvieron a la cola y, por tanto, febrero (y su día bisiesto) cerraban el calendario.

¿No os parece apasionante esto de medir el tiempo?