Ya hemos repasado la trascendencia que tuvo la manzana en la Biblia y en la mitología clásica. Pero la historia de la manzana no termina ahí.

A ritmo de Rossini

Todos conocemos la obertura de la famosa ópera “Guillermo Tell” de Rossini. Y si en estos momentos estás pensando que no es así, puedes acceder a este enlace y, aunque no supieras a qué obra pertenece, la música te sonará. Pero, ¿quién era este hombre al que, desde niños, hemos conocido con un arco y unas flechas, disparando a una manzana sobre la cabeza de su hijo?

Guillermo Tell es un personaje que oscila entre la historia y la leyenda, vinculado con la independencia de Suiza. Su figura aparece por primera vez en textos literarios datados en el s. XV y en el XVI, pero lo cierto es que no existen documentos históricos que realmente avalen su existencia, que habría tenido lugar a caballo entre el s. XIII y el s. XIV. La mayoría de las naciones han ido creando sus propios relatos originarios, basados en hechos históricos edulcorados con figuras legendarias que acrecientan su grandeza. Este podría ser el caso de esta figura cuya valentía inspiró el drama del Schiller en el que a su vez se basó Rossini para componer su célebre ópera.

Guillermo Tell disparando (imagen: Learn Swiss German)

Según el relato, Tell era un ballestero que habitaba en el cantón suizo de Uri y que se negó a arrodillarse ante el sombrero que el soberano de la Casa de Habsburgo, que recientemente había anexionado varios cantones suizos, había colocado en la plaza como símbolo de su poder. Ante tamaña rebeldía, el gobernador de lugar, Hermann Gessler, obligó a Guillermo Tell a disparar con su ballesta a una manzana que colocó sobre la cabeza del propio hijo de Tell. ¡Qué terrible momento, en el que la vida de su hijo dependía de su puntería! Si Tell acertaba sobre la manzana, se le perdonaría su vida. En caso de fallar, sería condenado a muerte. Como si el fallecimiento de su propio hijo no fuera suficiente condena…

Creo que todos conocéis el final de la historia. Como todo buen héroe, Guillermo Tell acertó en la manzana y salvó la vida de su hijo. Por si acaso, había metido una segunda flecha en la ballesta. Cuando el gobernador le preguntó por qué lo había hecho así, Tell le respondió que esa segunda flecha estaba destinada a darle muerte en el caso de que hubiera fallado y asesinado a su hijo. El gobernador se enfureció y detuvo al héroe suizo. La historia continúa con distintas peripecias hasta, finalmente, acabar con la vida del malvado gobernador y construir el mito fundacional de la lucha de Suiza por su independencia.

La inspiración de Newton

También la manzana es protagonista en la ciencia. Yo, desde luego, me la imagino cayendo de un árbol a una fuerza de 9,81 m/s2. Y es que, según narra la leyenda, Isaac Newton (1642-1727) recibió la inspiración para formular la ley de la gravitación universal cuando vio como una manzana caía de su árbol (o, en una imagen mucho más cómica, cuando esta manzana le golpeó en la cabeza). De algo tan simple como un fruto cayendo al suelo podía deducirse el porqué del movimiento de los cuerpos celestes. ¡Apasionante!

Isaac Newton en su jardín en Woolsthorpe, en el otoño de 1665, Robert Hannah
(imagen: The Royal Institution).

Blancanieves y la manzana

Me pregunto por qué los Hermanos Grimm escogieron la manzana, y no cualquier otro alimento, para que la Bruja envenenara a Blancanieves. Y la respuesta que me viene a la mente tiene que ver con su valor como símbolo de la tentación, desde tiempos inmemoriales. En el cuento original la madrastra envenena solo la mitad de la manzana, para convencer a Blancanieves de que puede comerla sin peligro, ya que ella misma comerá la otra mitad:

“-¿Temes algún veneno?- preguntó la vieja -. Obserba bien: parto la manzana por la mitad; tú comerás la que tiene la mancha roja, yo la blanca”.

No sé qué futuro aguardará hoy en día a las manzanas envenenadas, ahora que ya no hay príncipes azules, pero para terminar este post, me despido con una imagen icónica en el arte del s. XX. Magritte y sus manzanas:

El hijo del hombre, René Magritte, 1964 (imagen: Historia-Arte)