Suena “Rhapsody in Blue” de George Gershwin. Vemos distintas vistas de Nueva York mientras nos acompaña la voz en off de Woody Allen que, a modo de escritor que de forma titubeante intenta iniciar el primer capítulo de un libro, nos va mostrando las distintas caras de esta poliédrica ciudad.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Salíamos de visitar la exposición “Voge like a painting” del Museo Thyssen. Y dimos el salto desde Madrid para llegar a la ciudad que vio nacer la revista de moda Vogue. Escoger una única recomendación de Nueva York es todo un reto. Así que opté por elegir a alguien que representara la ciudad. Y teniendo en cuenta que Nueva York es la ciudad cinematográfica por excelencia el elegido fue Woody Allen.

Manhattan

El Nueva York de Woody Allen

Son mayoría las películas de Allen rodadas en Nueva York, aunque últimamente haya optado por grabar en ciudades europeas como Londres, Barcelona, París o Roma. Es difícil elegir una, pero creo que una de las más representativas es “Manhattan“, del año 1979. Obtuvo igual éxito de crítica y público, incluyendo dos nominaciones al Oscar, algo que no suele ser fácil de conseguir. El director neoyorquino escogió el blanco y negro para ofrecer una fotografía especialmente cuidada que permitiera a la ciudad ser una protagonista más de la historia. Y sobre este telón de fondo fue entrecruzando las distintas relaciones de los personajes, con el propio Allen como actor principal y los temas que habitualmente suele tratar: el amor y desamor, las relaciones de pareja, la familia, la religión, el psicoanálisis y el mundo artístico e intelectual neoyorquino, que va sobrevolando casi todos los diálogos de la película. Relaciones que van y vienen, se entrecruzan y se entretejen jugando con equívocos, pero siempre teñidas de un halo romántico, porque “Manhattan”, a su manera, no deja de ser una película de amor.

Manhattan

Manhattan, Woody Allen (www.huffingtonpost.com)

Me encanta el diálogo en el que Diane Keaton explica a Woody Allen y su novia, la jovencísima Mariel Hemingway, cómo ella y su amante han creado la “Academia de los Sobrevalorados” donde van incluyendo, con su personal criterio, aquellos artistas que consideran que han sido favorecidos por la crítica y la historia más de lo que merecían: desde Gustav Mahler, que ya ha sido protagonista de los viajes de Aspasia (pobre Mahler, que inmerecidamente entró en este club) hasta Ingmar Bergman, padre del cine para “culturetas”. Allen termina haciendo una de sus irónicas apreciaciones con la que les sugiere incluir a Mozart en su academia. Genial sarcasmo… Aunque poco después descubra que todo lo que le irrita de Diane Keaton y su prepotencia cultural es lo que finalmente provoque su fascinación por ella. ¿Acabarán juntos al final de esta fantástica película?