Los hombres y mujeres del Paleolítico no solo decoraron el interior de las cuevas o las paredes rocosas de ciertos valles al aire libre, sino que también realizaron una gran producción de objetos de arte mueble. La decoración a base de dibujos de animales o elementos geométricos aparece en azagayas, arpones, bastones de mando, propulsores y otros objetos relacionados con la caza o la vida cotidiana. Pero una de las producciones más singulares es la de las llamadas Venus Paleolíticas, pequeñas figuras talladas en marfil o piedra que representan mujeres que tienen, como rasgo en común, un desproporcionado desarrollo del pecho, el pubis y las caderas, partes todas ellas relacionadas con la fertilidad y la reproducción.
Las Venus Paleolíticas no son, sin embargo, las protagonistas de este viaje de Aspasia. Nos vamos a detener en una de ellas, la Venus de Konstenki, pero solo para que nos acompañe a nuestra parada de hoy: el Museo Hermitage de San Petersburgo.
San Petersburgo y el Museo del Hermitage
La ciudad de San Petersburgo, espectacular como pocas, tiene curiosamente un origen bastante moderno. Fue fundada en el año 1703 en la desembocadura del río Neva por Pedro I el Grande de Rusia (1672-1725). El zar consideró de interés crear una nueva urbe con salida al mar -a diferencia de Moscú, capital hasta entonces de la Rusia zarista- que le permitiera desarrollar sus intereses comerciales. Al hacerlo, trasladó la corte a la nueva ciudad, que rápidamente se llenó de palacios y mansiones señoriales para la nobleza. Uno de los edificios que comenzó a construir Pedro I el Grande fue el Palacio de Invierno, que luego fue remodelado y completado por la emperatriz Catalina II la Grande (1729-1796) y que pasó a convertirse en una de las sedes del Museo del Hermitage en 1922. Previamente, las colecciones de los zares se habían transformado en Museo Estatal en 1917, a raíz de la revolución soviética.
Aunque el Hermitage estuviera completamente vacío por dentro, la visita merecería la pena igualmente para contemplar las suntuosas estancias y la riquísima decoración de las mismas. No es de extrañar si recordamos que fue diseñado como residencia imperial. Pero la cuestión es que este monumental palacio alberga una de las mayores -si no la mayor- colecciones museales del mundo que abarca temáticas muy diversas como pintura, escultura, arqueología o artes decorativas y cronologías que van desde el Paleolítico hasta mediados del s. XX.
La principal impulsora de estas colecciones de los grandes maestros de la historia del arte fue la misma Catalina que fue comprando y atesorando colecciones enteras provenientes de la nobleza europea. Muchos de los zares posteriores siguieron adquiriendo y encargando obras de arte que fueron engrandeciendo la colección, a la par que esta se nutría de tesoros arqueológicos. La impresionante colección de escultura antigua también proviene de la compra, pero no es el caso de los tesoros escitas en oro y las piezas siberianas que fueron conseguidas por Pedro el Grande en antiguas excavaciones, poco científicas.
No es momento de describir la colección. No tendríamos espacio ni capacidad para ir presentando sus obras maestras, que irán apareciendo en sucesivos viajes de Aspasia. Así que momento, quedémonos deambulando por las salas del Palacio de Invierno y soñando en la Venecia del norte.
Este verano he tenido la suerte de estar en el Hermitage y el palacio me pareció tan increíblemente bello y grandioso que consiguó eclipsar mi percepción sobre las magníficas obras de arte que alberga en su interior. Aprovecho para felicitarte por tu blog. ¡Me encanta!
Muchas gracias por tu comentario. Y a mí me pasó exactamente lo mismo en el Hermitage, estoy totalmente de acuerdo con tu percepción. ¡Un saludo!
[…] viajamos a San Petersburgo, el Museo del Hermitage es de obligada visita. Allí contemplamos las obras de arte abriéndonos paso entre los […]
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