En el último post de «Los Viajes de Aspasia» presentaba una de mis películas favoritas, «Recuerda» de Alfred Hitchcock, y destacaba la escena onírica decorada por Salvador Dalí. Así que, ¿qué tal si nos detenemos en este personaje y centramos nuestra recomendación de hoy en el museo que lleva su nombre, en la localidad gerundense de Figueres?

Salvador Dalí

Sobre Salvador Dalí (1904-1989) y su obra se han escrito ríos de tinta. Podríamos definirlo como un artista complejo, polémico la mayoría de las veces, con una gran base técnica de dibujo, vinculado principalmente al movimiento surrealista, con un universo simbólico propio y muy particular -dotado de elementos identificados por todos como los relojes blandos o las hormigas- y, por último, como una máquina perfecta del merchandising artístico. Su técnica realista y su dibujo preciso ofrecen una aproximación más sencilla a su obra que a la de otros artistas surrealistas, a pesar de lo cual el discurso detrás de sus obras sigue siendo críptico por estar plagado de referencias simbólicas muchas veces inescrutables. Por último, su presencia habitual en láminas, tiendas de enmarcaciones y objetos decorativos ha permitido su popularización entre el gran público y, en muchos casos, el rechazo por acabar resultando cargante.

El Museo Dalí de Figueres

Aunque tiene obras distribuidas por muy diferentes colecciones del mundo, el museo que nos puede aproximar de una forma más global a su obra es el Teatro-Museo Dalí de Figueres. Todo en este lugar conduce directamente a la estrambótica realidad del artista catalán: la arquitectura del edificio, su decoración, el acondicionamiento de las salas y, por supuesto, las propias obras de arte. Continente y contenido se funden ofreciendo una imagen global de la obra de Dalí y proporcionando al visitante una experiencia de inmersión en el mundo onírico del pintor catalán. El museo es en sí una obra de arte. E integra a la perfección todos los elementos en un completo espectáculo que hace que su nombre -teatro-museo- sea especialmente acertado.

Y como buen espectáculo cuenta con una legión de fans que día tras día alimentan las colas que después el museo fagocita. ¿Arte o comercialización del arte? Muchas de sus salas tienen un decadente aspecto polvoriento, como la famosa instalación que reproduce el rostro de Mae West, a pesar de lo cual los visitantes seguimos lanzándonos expectantes a las escaleras que, en altura, nos permiten descubrir el artificio. Y esta mezcla de arte y abuso nos permite ofrecer un buen punto de partida para la polémica. Pero ya lo hemos dicho antes: Dalí fue un perfecto empresario, que hizo de su arte una eficaz máquina de hacer dinero. Los propios surrealistas le criticaron encarecidamente por su megalomanía y su búsqueda de fama y dinero.

Entre las obras más emblemáticas que pueden visitarse en su museo de Figueras, podríamos destacar algunos de los retratos, en tono realista, que realizó a su mujer y musa, Gala; «La cesta de pan», obra temprana de 1926 en la que se reconoce perfectamente su maestría pictórica; o el lienzo «Gala desnuda mirando el mar que a 18 metros aparece el presidente Lincoln». Este último cuadro presenta un interesante juego óptico a través del cual vemos dos imágenes superpuestas que nada tienen que ver entre sí: un retrato de cuerpo entero de Gala desnuda, de espaldas, mirando a través de una ventana; y un retrato de Abraham Lincoln que, pixelado, se percibe al alejarnos del cuadro y entornar los ojos.

Las referencias al mundo clásico son constantes, a través de reinterpretaciones en clave surrealista de estatuas clásicas, como «La Venus de Milo» o alusiones mitológicas, como el mito de Leda y el Cisne que vemos en su cuadro «Leda atómica«, en la que la protagonista, una vez más, es su esposa y musa Gala.

 

 

En el museo de Figueras también se puede visitar, en un anexo independiente, la colección de joyas diseñadas por Dalí. Es esta una de las facetas del artista que más fascinante me parece, por su capacidad de plasmar en objetos de lujo su particular universo simbólico.

Dalí era un hombre de talento, era un artista. Algunas de sus obras siguen manteniendo la frescura y su capacidad de sorpresa; muchas se han convertido en auténticos iconos de la historia del arte y han sido homenajeados continuamente, como el caso del teléfono-langosta reinterpretado por Jeff Koons. Pero también cuenta con numerosos detractores.

¿En qué lado te quedas tú?