Las creencias funerarias en el Antiguo Egipto
En el Antiguo Egipto no se podía entender la vida sin entender aquella que imaginaban tras la muerte. Imaginaban una tierra privilegiada, un paraíso agrícola en el que los placeres y las necesidades eran tan reales como los disfrutados en vida. Para ello, necesitaban llevar a cabo dos prácticas. Primero, la momificación, todo un complejo sistema que tenía como objetivo preservar el cadáver para la vida eterna. Y segundo, el ajuar funerario, conformado por todo tipo de objetos y elementos que definían la vida cotidiana: vestimentas, alimentos, joyas, armas, muebles y un largo etcétera. Algunos elementos tenían carácter mágico, como los ushebtis o las maquetas, que representaban los siervos necesarios para cultivar la tierra o cualquier acción cotidiana que nos podamos imaginar.Todo esto estaba presidido por una elaborado mundo de creencias en el que el difunto tenía que enfrentarse a distintas vicisitudes antes de poder presentarse ante Osiris, dios de los muertos, y alcanzar la vida eterna. Dejaremos este tema y su compilación en el Libro de los Muertos para detallarlo en otro momento.
Mastabas y pirámides
Esta visión, a grandes rasgos, perduró durante todo el Antiguo Egipto. Lo que, sin embargo, fue variando a lo largo del tiempo fue la tipología de las tumbas realizadas. El primer monumento funerario de cierta envergadura arquitectónica fue la mastaba, de sección trapezoidal en cuyo interior se encontraba un pozo vertical que permitía acceder a la fosa excavada bajo tierra. La superposición de una mastaba encima de otra dio lugar a la primera pirámide, conocida como pirámide escalonada de Sakkara o pirámide de Zóser, el faraón que se enterró en ella. El faraón Snefru tomó la pirámide de Sakkara como modelo y encargó varias pirámides que intentaban alcanzar la forma perfecta. Pero no fue hasta la llegada de la VI dinastía que el modelo de pirámide se perfeccionó hasta alcanzar su forma característica. Los ejemplos más sobresalientes son precisamente de faraones de esta dinastía, Keops, Kefrén y Mikerinos, y componen el conocidísimo conjunto de Gizeh.
Las necrópolis de Tebas
La pirámide como monumento estuvo en uso hasta el Imperio Medio. En el Imperio Nuevo la capital se trasladó de la ciudad de Menfis, en el norte del país, a Tebas, en el sur. A partir de ese momento, los faraones se enterraron en el Valle de los Reyes, y las reinas y otros miembros de la familia real en el Valle de las Reinas. Las tumbas dejaron de ser esos magníficos monumentos distinguibles a kilómetros de distancia para convertirse en modestas cámaras excavadas en el subsuelo. La intención era esconder su acceso de los saqueadores, objetivo que, desgracidamente, no lograron. La modestia arquitectónica de estas tumbas era compensada por la riquísima decoración de los frescos que ocupaban por completo techos y paredes. Muchos de ellos se han conservado excelentemente y nos muestran un maravilloso repertorio de pasajes funerarios y escenas de la vida cotidiana. De todas ellas, la que más ha trascendido es sin duda la tumba de Tutankamon, no por la importancia de este faraón, sino por su espectacular ajuar que sobrevivió a la expoliación y se conservó intacto. Este que es considerado uno de los grandes descubrimientos arqueológicos del s. XX también se merece ser analizado en detalle en algún futuro post.
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