Uno de los aspectos más llamativos de la exposición «Las Mujeres y el Mar«, del Museo Naval de Donostia-San Sebastián, ilustrada por Elena Odriozola, es el papel de las mujeres como piratas. Todos tenemos en nuestro imaginario a Errol Flynn o a Johnny Depp (inolvidable capitán Jack Sparrow), pero, por el contrario, no es fácil que conozcamos a mujeres piratas que existieron de verdad.

Las mujeres piratas

Anne Bonny
Anne Bonny

Aunque hubo precedentes de mujeres vinculadas con el mar y las prácticas de piratería en la Antigüedad y en la Edad Media, arrancamos en el siglo XIV para encontrarnos con la figura de Juana de Belleville, también conocida como Jeanne Clisson (1300-1359). El apodo de esta noble francesa, la «tigresa bretona», nos habla de su valentía cuando se hizo pirata para vengar la muerte de su marido, Olivier IV de Clissón, contra el rey Felipe VI de Francia. La ejecución de Olivier tuvo que ver con disputas sucesorias y enfrentamientos entre nobles, que eran muy comunes en aquella época. Juana armó dos navíos y, acompañada de sus dos hijos, también implicados en la venganza por la muerte de su padre, se dedicó a atacar barcos comerciales franceses.

Mary Read
Mary Read

Sin embargo, las más afamadas corsarias las encontramos ya en el s. XVIII, con nombres como los de Anne Bonny, irlandesa nacida en 1698, emigró con sus padres a Estados Unidos. Se casó con un marinero, James Bonny, de quien tomó su apellido y con el que se estableció en las Bahamas, tras enemistarse con su familia que, una vez más, no aprobaba su matrimonio, hasta el punto de que su padre la desheredó. Su auténtico inicio en la piratería vino de la mano de Jack Rackhman, apodado Calico Jack, con el que se lanzó a los mares dedicándose a atacar pequeñas embarcaciones. Tras la captura de un barco alemán, Anne intimó con uno de sus tripulantes, el joven Jack, que resultó ser una mujer, Mary Read, que a partir de ese momento se convirtió en su compañera de andanzas. Ambas mujeres fueron apresadas, juzgadas y condenadas a la horca, aunque según algunas fuentes fueron ahorcadas y, según otras, indultadas por estar (o más bien fingir estar) embarazadas. Es tal la leyenda en torno a estas dos mujeres que no siempre las fuentes son fiables y las versiones de su final coincidentes.

Muchas de estas famosas mujeres entraron en el negocio de la piratería, a través de sus maridos, a los que acompañaron en sus andanzas, para después, una vez fallecidos, hacerse con el control de los barcos y heredar su imperio.