Si pensamos en la imagen de los Vikingos en el cine, imagino que a todos nos viene a la cabeza la película dirigida por Richard Fleischer en 1958. Basada en la novela del mismo título de Edison Marshall, la cinta se ha convertido en un clásico del cine histórico y del cine de aventuras.

Los Vikingos de Fleischer

La calidad histórica de las películas de Hollywood, más si son de los años 50 o 60, es algo que habitualmente pongo en entredicho. Sin embargo, la visión de Fleischer sobre estos pueblos escandinavos de la Edad Media, a pesar de caer en muchos tópicos, es lo suficientemente interesante como para que siga siendo muy recomendable disfrutar de esta obra. Además de situar históricamente a este pueblo, nos permite adentrarnos en algunas de sus tradiciones, como su mitología, la creencia en el Walhalla o los rituales funerarios, a bordo de un drakkar o barco de guerra al que prendían fuego. Los bellísimos exteriores, en los que podemos disfrutar de la belleza de los fiordos noruegos, y una magnífica banda sonora, acompañan a esta cinta en el que la historia, la política, la guerra y el amor van de la mano.
Sus protagonistas son algunas de las estrellas del momento: Kirk Douglas, Janet Leigh y Tony Curtis que también trabajó a las órdenes de Fleischer en la inquietante “El estrangulador de Boston”. Douglas ganó el premio a mejor actor en el Festival de Cine de San Sebastián del año 58, compartido ex-aqueo con James Stewart, por “Vértigo” de Alfred Hitchcock.

Los dos protagonistas masculinos, Einar (Kirk Douglas) y Eric (Tony Curtis), además de disputarse el amor de la reina Morgana, mantendrán un enfrentamiento a lo largo de toda la película y que culminará en la escena final. Este desenlace tiene como marco el espectacular enclave del castillo de Fort-la-Latte en la Bretaña Francesa. En definitiva: una clásica historia de amor y aventuras pero que, en este caso, tiene como contexto las poblaciones vikingas, sus incursiones por las costas europeas y su enfrentamiento con los sajones de Inglaterra.