Carmen Maura, pintora
Carmen Maura (1945-2018), licenciada en Bellas Artes por la Escuela de San Fernando de Madrid, ha ido explorando en sus óleos distintos temas, siempre desde el realismo. Su obra ha visitado numerosas galerías, participando tanto en exposiciones colectivas como individuales en Bilbao, Madrid, Murcia, Barcelona o Biarritz. Ha compaginado su trayectoria profesional como artista con la enseñanza en la Academia Municipal de Dibujo y Pintura de Irun y en su propio estudio, en Hondarribia.
En sus inicios, su universo doméstico cotidiano fue protagonista de sus obras, que fueron reconocidas con sucesivos premios en el certamen Pintoras de Gipuzkoa.
Con el tiempo fue abriendo su mirada hacia el paisaje, los espacios abiertos, en los que la figura humana está ausente o apenas esbozada, transmitiendo cierta sensación de soledad. De sus paisajes, la crítica de arte Maya Aguiriano dijo “A los blancos intensos Carmen Maura contrapone en el paisaje las masas oscuras de la vegetación, las rocas o el mar. Diríase que, a diferencia de la mayoría de los pintores vascos, elige para pintarlos aquellos días luminosos que no son los más abundantes, pero con los que todos soñamos. Puede que sea debido a su dominio de estas bruscas transiciones de colores y luces el punto de ensoñación, pero de los sueños que se tienen estando despiertos, que su pintura posee”.
En estas obras dos temas irrumpen con fuerza: las barcas y los faros. En el caso de las barcas, nunca escoge una visión completa, sino fragmentos que transforman su realismo en motivos casi abstractos. En palabras de Edorta Kortadi “en su pintura, realizada con mimo y con mesura, abunda y aletea un remanso de paz y de calma, fruto de un gran equilibrio interior que transmite a la propia pintura. Hay mucho de espíritu observador y contemplativo en estas obras, casi al borde de la abstracción, de la simplificación máxima en los límites de la poesía pura”. En los faros, la luz del norte, que intenta emular al Mediterráneo de su infancia, es protagonista, rindiendo homenaje a Edward Hopper, uno de sus pintores favoritos. De los faros derivó hacia la arquitectura, también buscando ángulos inéditos, rincones de grandes obras como el Guggenheim de Bilbao, el pabellón de Mies van der Rohe en Barcelona o el edificio de Renzo Piano en Rotterdam.
Su última etapa le ha llevado el mundo de los reflejos, siempre con colores fuertes y brillantes, y espacios en los que la luz es protagonista. Centrándose en los reflejos de cristaleras y escaparates, crea un mundo onírico en el que los elementos se entremezclan, obteniendo formas casi abstractas en las que podemos reconocer ciertos objetos detrás de los cristales o proyectados en ellos.
muy interesante el trabajo de esta pintora!!!!! Muchas gracias por enseñarnos cosas tan bonitas. Un abrazo
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