La explotación de la sal por parte de los grupos humanos no está atestiguada en tiempos tan antiguos como los del Paleolítico, habitado por Sapiens y Neandertales, pero sí está documentada desde la Prehistoria. Hoy en día la imagen más habitual de la obtención de sal es la de la sal marina, pero no hay que olvidar la importancia de la sal mineral, también explotada desde antiguo. De ella os voy a hablar hoy a través de un precioso enclave guipuzcoano en el que podemos rastrear el uso de esta materia tan preciada.

Salinas de Léniz

Salinas de Léniz

El pueblo de Salinas de Léniz esconde sus tesoros entre las montañas guipuzcoanas. Además de contar con un pequeño casco histórico que es una auténtica joyita, tiene un importante patrimonio cultural en torno a la explotación de la sal mineral desde tiempos, por lo menos, medievales. Salinas de Léniz, cuyo nombre no deja lugar a dudas, cuenta con un yacimiento de sal mineralizada, última huella de un mar que existió en el lugar hace 220 millones de años. Cinco surgencias de agua salina y mineralizada a través de esta sal fosilizada en el tiempo emergen, con una media de 200 gramos de sal por litro y unas propiedades minerales que, según cuentan en la visita guiada del Museo de la Sal, la sal marina envidiaría.

El agua de los manantiales se derivaba a unos recipientes cuadrangulares metálicos, conocidos como dorlas, que se sometían al fuego para obtener la sal tras la evaporación del agua. La primera capa de cristalización es la famosa flor de sal, que después se recoge en forma escama o pirámide de sal. Aunque hay testimonios indirectos de la explotación desde la Edad del Hierro, ésta se documenta a partir del s. XVI. El trabajo en las salinas eran predominantemente femenino. Eran las mujeres las responsables de acarrear la leña para el mantenimiento del fuego, la supervisión de las dorlas y la recolección de la sal obtenida.

Unas grandes inundaciones, acaecidas en 1834, provocaron el destrozo de las estructuras de explotación. Para evitar que volviera a ocurrir en el futuro, elevaron varios metros la ubicación de las dorlas. Y para conseguir que el agua de los manantiales ascendiese hasta la nueva posición, construyeron una noria que en vez de cangilones contaba con unas esferas atadas por una cadena que le daban un aspecto de rosario del que deriva su nombre: patenotre. Reproducida en el Museo, sigue todavía hoy en día en funcionamiento.

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La importancia de la explotación de las salinas tenía que ver con lo preciado que era este producto para la conservación de los alimentos. En el caso de Salinas de Léniz fue una actividad pujante hasta 1972, cuando la instalación no puedo hacer frente a la competencia de la sal marina.

Hoy en día, el museo cuenta con un proyecto de recuperación de la actividad y comercialización de su sal, para contribuir al mantenimiento de la memoria de un lugar tan emblemático en la historia económica de la comarca. Si queréis contribuir a la preservación de esta memoria, ¡os recomiendo que no os vayáis sin probar su chocolate negro con sal!