¡Morto, morto! ¡Conde Vronsky!
Atravesábamos parte de Serbia en un coche alquilado, desplazándonos de Guca a Nis, cuando vimos un cartel en la autopista que anunciaba un monasterio románico. El viaje sin prisa favorece la improvisación y gracias a ello tomamos la salida correspondiente para visitar el lugar. Sin embargo, en cuanto llegamos a la cabina de peaje, la indicación del monasterio había desaparecido por completo. Decidimos intentar pedir indicaciones al que cobraba la autopista, con bastante escepticismo por nuestra parte, ya que hasta el momento no nos había resultado sencillo encontrar gente con la que poder comunicarnos en inglés.
Efectivamente, nuestro cicerón no hablaba ni inglés ni francés, pero afortunadamente era un hombre encantador que, cuando le preguntamos por el «monastiri» (palabra común al serbio y castellano), nos preguntó si nos referíamos al «romani». Yo pensé que hablaba de la iglesia románica y le dije que sí, aunque luego supimos que se refería al monasterio de San Roman.
En cualquier caso, una vez respondimos afirmativamente, comenzó a hacer aspavientos, sonriéndonos entusiasmado y gritando, «¡Tolstoi, Ana Karenina, Vronsky, morto, morto!«. No sé qué nos soprendió más, si estar hablando de literatura rusa del s. XIX en una autopsita serbia o lo aparentemente incoherente del comentario y su nula relación con nuestra pregunta. Pero fans de esa gran novela, sonreímos, asentimos, dijimos que sí, que conocíamos al Conde Vronsky, intentamos memorizar las indicaciones para llegar al lugar, explicadas en una mezcla de serbio e italiano, y le agredecimos su amabilidad.
Las explicaciones de cómo acceder al monasterio no sirvieron de mucho porque a los cinco minutos estábamos perdidos por carreteras secundarias. Pero la larga búsqueda me sirvió para intentar dilucidar las extrañas palabras del autopistero hasta que, de repente, recordé que al final de la novela Vronsky, desesperado por el suicidio de Ana, decide unirse a la causa Serbia contra el Imperio Otomano y parte para combatir en este país. ¿Y si esa era la pista?
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