En «Las Troyanas» de Eurípides, las mujeres, al igual que en la instalación artística «The Dinner Party», son protagonistas absolutas. Y tienen mucho que decir.

«Las troyanas» de Eurípides

Eurípides (480-406 a. C.) fue uno de los dramaturgos más importantes de la antigua Grecia. Cultivó el género de la tragedia, que llevó a su máximo esplendor en obras como «Medea» o «Electra«. «Las Troyanas» formaba parte de una trilogía en torno a la Guerra de Troya que incluía otras dos tragedias: «Alejandro» (otro de los nombres que recibía el príncipe troyano Paris) y «Palamedes«.

El ciclo épico de la Guerra de Troya, y sus distintas derivaciones («La Odisea«, «La Eneida«) fue uno de los temas literarios y artísticos más populares de Grecia, formando parte del imaginario de la época. Nombres como los de Aquiles, Agamenón o Héctor han llegado además hasta nuestros días, ya que los relatos sobre la que fue la gran contienda de la antigüedad griega se han convertido en iconos de la cultura occidental. Pero, ¿qué paso tras el asalto de Troya, gracias a la famosa estratagema del caballo? Odiseo, más conocido como Ulises, regresó a Itaca con un periplo que duró diez años. Según la tradición continuada por Virgilio, el héroe Eneas escapó de la ciudad junto con su padre y su hijo. Pero, ¿qué fue de las mujeres troyanas, madres, esposas e hijas de los héroes fallecidos en combate? ¿Cuál fue el destino de Hécuba, reina de Troya, de sus hijas Casandra y Polixena, o de su nuera Andrómaca, viuda de Héctor? ¿Qué pasó con Helena, cuya fuga con Paris fue el desencadenante de la contienda? ¿Cómo sufrieron las mujeres la guerra, teniendo en cuenta que siempre son las más damnificadas por conflictos que generan los hombres?El gran acierto de la tragedia de Eurípides es dar respuesta a estas preguntas.»Las Troyanas» de Cacoyannis. Pero leer las obras originales del teatro griego puede requerir cierta iniciación o por lo menos quitarnos la pereza mortal de enfrentarnos a un clásico, a pesar de que luego descubramos que la lectura del mismo no es tan complicada como habríamos pensado. Por eso, podemos también recurrir a la versión cinematográfica. En este caso, la adaptación de «Las Troyanas», filmada por el director griego Michael Cacoyannis en 1971, supone una magnífica opción, realmente recomendable.

Las Troyanas con Katharine Hepburn como Hécuba (foto: Cultura Clásica)

 

El elenco de actrices es apabullante: Katharine Hepburn interpreta a Hécuba, la viuda del rey Príamo, que ha visto fallecer a su esposo, sus dos hijos y su nieto; Geneviève Bujold, en una breve intervención, recrea magníficamente la locura que ha poseído a Casandra, sacerdotisa de Apolo e hija de los reyes de la ciudad; Vanessa Redgrave interpreta a Andrómaca, la viuda de Héctor, que es capaz de anteponer el orgullo y la valentía, digna de la esposa de un héroe, antes que dejarse sumir en el terrible dolor por la pérdida de su hijo, tan sólo un niño; y finalmente la actriz griega Irene Papas, bellísima como no puede ser de otra manera, interpreta a Helena. Cuatro mujeres firmes, cuatro mujeres valientes, cuatro supervivientes al dolor. Un canto a la valentía y al orgullo de las mujeres, aunque la historia culmine en un duelo final entre Hécuba y Helena que pondrá de manifiesto que la auténtica culpable de tanto odio y tanta muerte sea esta última, mujer al fin y al cabo. Helena se defiende de forma contundente: no fui yo, fue Afrodita quien mi hizo perder el sentido. Pero las mujeres troyanas saben que detrás de sus acciones se escondía un deseo humano, no divino.

Cacoyannis no sólo acierta con el reparto: escoge un espectacular paraje desolado -curiosamente, la película está filmada en Castilla-La Mancha- y un sobrio vestuario en colores negros y grises para adecuar el entorno con lo que están viviendo sus protagonistas. Una desasosegante banda sonora a cargo de Mikis Theodorakis va de la mano de la historia. Apenas se vislumbran elementos de atrezzo que nos hablen de un pasado griego: alguna armadura, alguna panoplia militar. Pero ellas podrían ser cualquier grupo de mujeres, en cualquier lugar del mundo: devastadas por la guerra, supervivientes de un mundo cruento.