«Inmersión» de Wim Wenders, titulada «Submergence» en su versión original, es una bellísima historia de amor, llena de sutilezas cinematográficas y escenas estéticamente sublimes. Los dos protagonistas, que se conocen en un entorno idílico que parece un lugar fuera del tiempo y del espacio, nos permitirán adentrarnos en dos mundos que aparentemente no tienen conexión alguna: Dani, interpretada por Alicia Vikander, es una biomatemática que se dedica a la exploración de las capas más profundas del mar para intentar detectar microorganismos; James, a quien da vida James McAvoy, es un espía británico que pretende combatir el terrorismo islámico. Wenders va alternando flashbacks en los que se nos narra el encuentro de la pareja y el inicio de su historia de amor, con un montaje paralelo en el que vemos cómo él cae prisionero en manos del Daesh afincado en Somalia y ella inicia un viaje por mar que tiene como objetivo sumergirse a más de 3.000 metros de profundidad.

Monje a orillas del mar, Caspar David Friedrich, 1809 (foto: Bloc de Javier)

La película arranca con James contemplando en un museo el cuadro «Monje a la orilla del mar» del pintor romántico Caspar David Friedrich, que pertenece a la colección de la Nationagalerie de Berlín. Este pequeño homenaje al artista alemán se completa cuando contemplamos con sorpresa que el mismo Friedrich se ha metamorfoseado en un personaje de la película y aparece, como un visitante más, exactamente en la misma pose y atuendo que porta en otro de sus cuadros, «Caminante sobre mar de nubes«. El mismo Wenders ha confesado en entrevistas que se trata de su pintor favorito y que de ahí proviene este guiño.

Se trata de una perfecta imagen inicial ya que, a lo largo de la película, los protagonista se encontrarán ante el océano en innumerables ocasiones, con esa misma soledad. Océano que también comparten -y contemplan juntos- cuando se conocen y que después se empeñará en separarles. Es el agua también el componente que les une: el ámbito en el que ella, Dani, interpretada por Alicia Vikander, se desenvuelve para avanzar en sus investigaciones; el campo sobre el que él trabaja cuando se hace pasar por ingeniero hidráulico para llegar a Somalia sin despertar sospechas. Cuando Dani está completamente rodeada de agua, James suspira por obtener unas pocas gotas para sobrevivir en su encierro. Cuando ella contempla la inmensidad del océano, él se encuentra en un desierto de sal, en el que, por cierto, encuentra por casualidad una pequeña tablilla cuneiforme, absolutamente fuera de contexto, con la que a buen seguro Wenders hace un guiño simbólico a algo que se me escapa.

Hay muchas más metáforas visuales en la película, como la impactante escena en el que vemos cómo la barbarie islámica provoca la lapidación de una mujer. El director alemán evita mostrarnos el terrible momento en el que le lanzan la primera piedra, que, sin embargo, vemos a través de una imagen ficticia en el que una radiografía de un cráneo, en el vecino hospital, se ve quebrada por un golpe. James estira el brazo hacia la calle a través de un diminuto agujero en su prisión, Dani lo hace a través de un ojo de buey del barco en el que viaja. Ella pierde la mirada en la inmensidad del océano o en los impactantes paisajes de las Islas Feroe mientras él permanece encerrado en un diminuto espacio, presa de la más terrible oscuridad.

La bella y a veces inquietante música, compuesta por Fernando Velázquez, fluctúa como el agua entre los dos protagonistas. Como anécdota, podemos contar que fue grabada por la Orquesta de Euskadi, para una película que ha sido coproducida por Francia, Alemania y España.

«Inmersión» dejó críticas irregulares a su paso por Cannes, opiniones encontradas que también proliferan en la red a raíz de su reciente estreno. A mí me ha conmovido. ¿Y a ti? ¿A favor o en contra?