Uno de los lugares donde mejor ha sobrevivido la esencia de la cultura swahili es Zanzíbar. Inmensamente rica en ciertos momentos de su historia, gracias al tráfico de esclavos y al comercio de las especias, hoy en día es un paraíso turístico donde naturaleza y cultura conviven.

Zanzíbar

Enclavada en el Índico, cerca de la costa tanzana y de su capital, Dar es Salaam, la isla de Zanzíbar fue ocupada hacia el s. VIII d. C., ya que esta es la fecha más antigua constatada en las excavaciones del yacimiento de Unguja Ukuu, al sur, del que lamentablemente no queda nada por visitar. Con el desarrollo del mundo swahili, se convirtió en un enclave comercial fundamental en las rutas del Índico. Desde el Golfo Pérsico, Arábigo y la India llegaban navegando, empujados por los Monzones, comerciantes que traían porcelanas chinas y cerámica que intercambiaban por las materias primas del continente africano: metales, madera, pieles, marfil, etc.

Stone Town, Zanzíbar

Stone Town, Zanzíbar (foto: Post Magazine)

A partir de finales del s. XV, los portugueses llegaron a la isla, dejando como testimonio la primera construcción del fuerte de Stone Town, aunque no permanecieron mucho tiempo en el lugar. En el s. XVIII, se constituyó un sultanato independiente, el Sultanato de Omán, con figuras tan interesantes como el Sultán Bargash o la princesa Salme, que escapó de su destino como princesa árabe encerrada en un harén, para huir a Europa y casarse con un alemán del que se había enamorado. En esos momentos la isla floreció como centro del comercio de esclavos, en el que destacó Tipu Tipp. Tras la caida del Sultanato, la isla quedó bajo dominio colonial inglés hasta alcanzar su independencia y unirse con la República de Tanganyka para constituir la actual Tanzania. Es precisamente de la unión de los nombres Tanganyka y Zanzíbar (que además de isla es archipiélago, incluyendo a la vecina Pemba) de donde viene el actual nombre del país.

Stone Town

Puerta tallada en Stone Town (foto: Zanzibar Tanzania holiday)

La capital de Zanzíbar es Stone Town, que recibe su nombre de las construcciones en piedra llamativamente contrapuestas a las habituales chozas en las que vive la población, construidas con madera, adobe y hojas de palmera. Las monumentales casas de la ciudad y los palacios circundantes de la época del sultanato muestran un aparejo irregular ya que la piedra utilizada proviene de los arrecifes de coral y no puede ser trabajada en forma de sillar. Stone Town es una de las ciudades más fascinantes que he conocido en toda mi vida. La ciudad es una mezcla de arquitectura swahili, árabe e india y se desparrama en una laberíntica red de estrechos callejones por los que es casi imposible no perderse. Sobre las paredes de piedra destaca la increíble artesanía de los balcones indios tallados en madera y de las puertas, que presentan arabescos y motivos florales según los distintos estilos. Entre las casas se esconden abundantes mezquitas, dos iglesias cristianas y un templo hindú. Los puestos callejeros y mercadillos dan color y vida a esta ciudad mágica. Todo en Stone Town es bello, aunque tristemente decadente por el lamentable estado de conservación de la mayoría de sus edificos, y está recubierto de un halo de misterio y romanticismo.

El Antiguo Dispensario de Stone Town (foto: Fundación Aga Khan)

Junto a la presencia del fuerte portugués, la fachada que da al mar está poblada por impresionantes palacios pertenecientes al sultanato. Entre ellos está la llamada House of Wonders o Casa de las Maravillas: más conocida como la casa del Reloj, es un antiguo palacio que hoy alberga el Museo de Zanzíbar, con elementos históricos y etnográficos, principalmente. El Palacio de los Sultanes alberga otro museo en el que se pueden visitar las distintas estancias del palacio, incluida la habitación de la princesa Salme. Aunque el edifico más espectacular sea posiblemente el Antiguo Dispensario, restaurado por la Fundación Aga Khan, que tiene el balcón tallado más impresionante de toda la isla.

Jardines de Forodhani (foto: Wikimedia Commons)

La catedral anglicana y el mercado de esclavos son lugares interesantes por su valor histórico, no artístico. El mercado nos recuerda el triste pasado de la isla como importante centro del comercio de esclavos. La Catedral conserva la cruz tallada con el árbol bajo el cual se enterró a Stanley. Y es que el famoso explorador británico vivió durante un tiempo en Zanzíbar preparando su última expedición.

 

 

 

La isla es una peculiar mezcla de tradiciones culturales, a las que se ha sumado la invasión turística. De esta manera conviven sofisticados restaurantes y discotecas, a los que la población local -por lo menos hasta hace algún tiempo- tenían la entrada prohibida con los puestos callejeros de los Jardines de Forodhani donde la comida, principalmente pescado, es un espectáculo visual y no solo gastronómico. A la base de la alimentación africana, carne de pollo o vaca, pescado y arroz, se le suman los chapatis y las samosas indias, o guisos exóticos que incorporan el coco como ingrediente habitual.

En la costa, increíbles resorts turísticos ubicados en playas de ensueño se ubican junto a las viviendas de arquitectura tradicional en las que se observa trabajar a las mujeres swahilis, ataviadas con sus vistosos khangas. En la ciudad, sin embargo, es habitual ver mujeres totalmente escondidas dentro de un burka, conocido allí como bui-bui, que en swahili quiere decir «araña». La población local africana, islamizada en su práctica totalidad, apenas se mezcla con la población árabe o india, dueños de muchos de los pequeños negocios y tiendas de la isla. Unos pocos masais, conscientes del potencial económico del turismo, adornan tristemente la entrada de algunos hoteles. Esta convivencia de elementos tan dispares es lo que da a Zanzíbar su extraordinario carácter y lo que hace que su visita sea tan recomendable.
¿Os animáis a incluirla es vuestra lista de viajes?