La vinculación de las poblaciones precolombinas de Mesoamérica con el mundo de la muerte conllevó que ésta fuera protagonista de muchas de sus obras de arte. Entre los aztecas o mexicas eran comunes las representaciones de seres descarnados o elementos simbólicos que se referían al mundo de ultratumba. Los mixtecas, contemporáneos a los mexicas, tenían como peculiar costumbre decorar cráneos. Muestra de ello es la pieza protagonista de este post.

El cráneo mixteca de Marsella

Cráneo mixtecaEl tratamiento ritual que los mixtecas practicaban consistía en decorar un cráneo humano con un extraordinario mosaico de turquesas. En este caso, además de las pequeñas teselas azules, el cráneo cuenta con una banda negra de obsidiana sobre la frente y los ojos remarcados con conchas.

Este curioso «objeto» formaba parte de la colección privada de Henri Gastaut, un célebre neurólogo que conformó, entre 1955 y 1978, una peculiar colección que tenía al cráneo como protagonista: cráneos reducidos, manipulados, esculpidos, pintados y grabados, procedentes de distintas culturas del mundo. La colección al completo fue adquirida por el Museo de Artes Africanas, Oceánicas y Amerindias de Marsella en 1989. El cráneo, conservado en los almacenes del museo, fue objeto de un estudio pormenorizado unos años después, que incluía análisis de identificación química y estructural de los materiales. Y se demostró su falsedad. O, por lo menos, parte de ella.

La conclusión a la que llegaron los investigadores franceses es que, en algún momento de los años 60, un hábil “restaurador” había recubierto un auténtico cráneo prehispánico con piezas de turquesa y obsidiana, también auténticas, de la misma época. Es decir, el autor de los hechos había utilizado piezas auténticas arqueológicas de distintos contextos para crear una falsificación arqueológica. ¡Apasionante! La historia va más allá, ya que el devenir de la pieza es rocambolesco desde el principio. En los años 60, aparecía en la película “El hombre de Río“, protagonizada por Jean Paul Belmondo, cosa de la que muy pocos tesoros arqueológicos pueden presumir. Después, el cráneo fue robado de una importante galería parisina para aparecer un tiempo después en el mercado, momento en el que fue adquirido por el médico Gastaut.