El cuadro de
Antonietta Gonsalvus, del que hablaba en el anterior post, fue pintado por una artista,
Lavinia Fontana. Son escasos los nombres de mujeres artistas que han llegado hasta nuestros días. Se ha escrito mucho acerca del porqué de esta cuestión, ¿acaso las mujeres tienen menos talento y creatividad que los hombres? En realidad este fenómeno, simplificando la explicación, se debe a dos cuestiones básicas: primero, las mujeres fueron excluidas del mundo artístico, salvo contadas excepciones, y no tuvieron acceso al campo de la creación; segundo, aquellas que consiguieron vencer los impedimentos de su época, fueron invisibilizadas por los historiadores del arte y muchos de sus cuadros fueron atribuidos a sus maridos o maestros. En cualquier caso, hoy en día conocemos los nombres de mujeres que, ya incluso desde época medieval, consiguieron dejar un interesantísimo legado artístico. Una de ellas fue Lavinia Fontana.
Lavinia Fontana
Lavinia Fontana (Bolonia, 1552-Roma, 1614) fue una pintora barroca italiana que alcanzó gran reconocimiento en su época, entre otras cosas, por haber sido pintora oficial de la corte del papa Clemente VIII. El catálogo de su obra es bastante extenso: se tiene constancia de 135 obras suyas, aunque sólo se conservan 32 fechadas y firmadas.
Como la mayoría de artistas que consiguieron dedicarse profesionalmente al arte, era hija de un pintor, Prospero Fontana, que fue quien la introdujo en el oficio. Su padre, perteneciente a la escuela de Bolonia, se encuadra en el manierismo tardío, un estilo artístico que floreció en Europa en la transición del Renacimiento al Barroco. No solo fue hija de pintor, sino también esposa, ya que en 1577, se casó con el artista Gian Paolo Zappi, que trabajaba en el taller de Prospero.
Lavinia se especializó en retratos, recreándose en la representación de las joyas y ropajes. Retratando a personajes nobles de la época, consiguió hacerse un hueco en el arte de la Italia de finales del XVI. Además de retratos, también cultivó el género mitológico, habitualmente territorio exclusivo de los pintores masculinos.
Minerva vistiéndose, 1613 (foto: Artribune)
Llama especialmente la atención un cuadro que representa a la diosa Minerva, ya que la diosa aparece desnuda. Y este hecho es doblemente excepcional: primero, porque son raras las representaciones de la diosa de la sabiduría, a la que reconocemos por la presencia de las armas, la lechuza y el olivo, atributo normalmente reservado a Venus; y segundo, porque las mujeres artistas normalmente tenían vetada la representación del cuerpo humano desnudo, entre otras cosas porque tenían prohibido acceder las lecciones de desnudo y, por tanto, no conocían anatómicamente el cuerpo humano como para representarlo con fidelidad, sobre todo en el caso de los desnudos masculinos.
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