Para los que vivimos en la comarca del Bidasoa, la silueta del castillo de Abbadia -o Château d’Abbadie-, dominando desde su altura la hermosa playa de Hendaya, es un hito en nuestro entorno. Pero más allá de su valor icónico en el paisaje, este lugar esconde una historia apasionante, un patrimonio singular y un encanto indiscutible.
Antoine d’Abbadie
Antoine d’Abbadie (1810-1897) es uno de esos apasionantes personajes decimonónicos que fue al mismo tiempo explorador y erudito, y abarcó disciplinas tan dispares como la cartografía, la astronomía o la literatura. Hijo de padre vasco y madre irlandesa, vivió doce años en Etiopía, realizando la primera cartografía de este territorio cuya cultura le acompañó el resto de su vida. Fue miembro de la Academia de Ciencias de Francia desde el año 1867, presidiendo la institución en 1892.
Entre 1864 y 1884, erigió su vivienda en la localidad vascofrancesa de Hendaya, y que, contrariametne a lo que podríamos pensar, hace referencia a su apellido y no a la palabra “abadía”, “abbaye” en francés.
El Castillo de Abbadia
Antoine escogió para la construcción de su morada a uno de los arquitectos franceses más insignes de su época, Eugène Viollet le Duc (1814-1879), que diseñó los planos que fueron ejectuados con la ayuda de su alumno y colaborador Edmond Duthoit (1837-1889). Viollet le Duc es conocido por su carácter historicista y la restauración (o más correctamente, reconstrucción y reinterpretación) de lugares medievales como la ciudad de Carcassone o la catedral Notre Dâme de París. Estas restauraciones han sido muy a menudo criticadas, por no respetar con fidelidad la esencia de las construcciones y por no permitir diferenciar los elementos arquitectónicos originalmente conservados de los añadidos, algo, por otro lado, muy propio de la época. Pero más allá de eso, fue un arquitecto innovador, que incorporó materiales revolucionarios en su empleo arquitectónico, como el hierro, y plasmó su universo más personal en el castillo hendayés.
Un arquitecto de referencia
Viollet le-Duc, fiel a su estilo, escogió el neogótico con sus torres almenadas y ventajas ojivales, creando un castillo de cuento de hadas, en el que incorporó detalles orientales y una ornamentación abigarrada que lo convierte en un lugar atemporal por la mezcla de estilos y elementos.
Las tres alas dispuestas en torno a cuerpo central se dedicaban a diferentes funciones, ligadas con la vida doméstica y profesional de Abbadia: el ala noroeste se dedicaba al estudio; el ala este, a la devoción; y el ala sur se destinaba a espacio de recepción. En el exterior, por las paredes, aleros y torres, se despliega la decoración escultórica en la que los animales exóticos, apelando a la vinculación del dueño del lugar con África, emergen entre las piedras.
Si el exterior del castillo nos seduce, el interior nos embruja por completo. La amalgama de estilos y la mezcla de referencias culturales se despliega en un abanico de colores, formas y motivos decorativos: de lo chino a lo árabe, pasando por lo africano o lo europeo, que siempre apela a un pasado medieval. También hay referencias a la cultura vasca o gaélica, de tal forma que necesitamos un extenso conocimiento para poder entender cada una de las referencias geográficas, culturales o literarias.
No es imprescindible, desde luego: incluso aunque no entendamos la esencia de lo que los salones o los muebles nos narran, disfrutaremos por igual de su estética. Advierto también que para muchos de vosotros tal vez resulte recargada, obsoleta e incluso kitsch. Propongo un ejercicio de distanciamiento de nuestra época para entender que lo que estamos viendo es, al fin y al cabo, un alarde de exuberancia muy propio del momento en el que fue ideado.
La Biblioteca y el Observatorio
Además de las habitaciones de uso doméstico, la vocación científica de Abbadia se reconoce principalmente en dos espacios: la biblioteca y el observatorio. Este último, incluye un sistema de aperturas de trampillas que permitía la observación de las estrellas mediante un impresionante telescopio orientado al meridiano celeste, es decir, a la proyección del meridiano local sobre la bóveda celeste. Por su parte, la biblioteca conserva la colección original de Antoine, compuesta por obras científicas y literarias.
Virginie Vincent, esposa de Antoine d’Abbadia, acompañó a su marido en sus viajes, hasta territorios tan exóticos como Haití o el Mar Rojo. En su habitación, un bajorelieve con dos lebreles simboliza la fidelidad conyugal.
Vamos a terminar nuestra visita en el hall de entrada, presidido por la llamada escalera de Honor. Los frescos que decoran el espacio presentan escenas de la vida cotidiana en Etiopía, acompañados de inscripciones en lengua ge’ez, el idioma litúrgico de la iglesia ortodoxa etíope. La estatua que en la parte superior porta la iluminación de la escalera, es un retrato de Abdullah, joven etíope que Antoine trajo consigo de su viaje africano y que murió trágicamente en la insurrección de la Comuna de París, en el año 1871.
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