El entorno del Bidasoa ha resultado muy atractivo para los artistas. El paisaje de la Bahía del Txingudi, con su vegetación y sus cambios de luz, la desembocadura del río y el característico perfil del casco histórico de Hondarribia han sido inmortalizados por tantos pintores que hasta se habla de “La Escuela del Bidasoa”. Pero ¿hubo mujeres pintoras que trabajaron en el entorno del Bidasoa? Las mujeres no han accedido al mundo del arte en igualdad de condiciones y las que consiguieron hacerse un nombre en la pintura han quedado, en muchas ocasiones, relegadas al olvido.
Margaret Jordan Patterson (1867-1950) fue una pintora estadounidense, nacida por casualidad en la isla de Java, en uno de los viajes en los que su madre acompañaba a su padre, marino de profesión. Pasó los primeros años de su vida navegando por todo el mundo, y nunca abandonó la pasión por los viajes y el mar que forjó en aquellos primeros años. Realizó sus estudios de arte en el Instituto Pratt de Nueva York, de la mano del pintor Arthur Wesley Dow, muy influenciado por el arte oriental y el japonismo. Cultivó el paisaje y los bodegones de flores, sobre todo al óleo, aunque también practicó la acuarela, el gouache o los dibujos a lápiz. Sin embargo, la técnica más representativa de su obra fue la impresión con bloques de madera, práctica de origen japonés. En esta técnica, que aprendió en París de la mano de la artista Ethel Mars, fue una auténtica pionera.
(imagen: Antiques and the Arts Weekly)
Se dedicó profesionalmente a la enseñanza en Boston, ciudad en la que creció, de tal forma que disponía de los veranos libres para viajar. Como era común en la época, Margaret acudió a Europa para conocer de primera mano los movimientos artísticos de fin de siglo. Su primer destino, en 1899, fue París. Le resultó una experiencia de gran interés, ya que a lo largo de su vida volvió varias veces a Europa, primero a los países del norte y después a Italia y Francia, donde pasó largas temporadas.
En uno de esos viajes visitó el País Vasco, pasando por Hondarribia. Realizó al menos tres óleos de la zona de la Alameda, pintados con toda probabilidad in situ, al aire libre, en los que se ven algunas de las características más personales de su estilo: el tratamiento de la luz y la atmósfera, el espléndido uso del color y el interés por el paisaje. La galería Bakker de Provincetown (Massachussets), que dedicó una exposición a la pintora, cuenta en sus archivos con una postal, con una fotografía en blanco y negro de la ermita de Guadalupe, que Margaret envió a su familia el 8 de mayo de 1909.
En una de las críticas que recibió con motivo de una exposición en la Galería Copley de Boston, en 1910, se decía lo siguiente: “ todos los cuadros de San Juan, Fuenterrabía y San Pedro hablan del placer con el que pintó estos maravillosos y pintorescos lugares, llenos de color. La fuerza de estas acuarelas es extraordinaria, hasta el punto de que podríamos hablar de una orgía de color. La pintora se ha sentido libre y su entusiasmo es contagioso”. No hay duda de que la pintora disfrutó de su estancia.
A lo largo de su vida, expuso en París en varias ocasiones. También lo hizo en Boston, en San Francisco, donde ganó una mención de honor en la Exposición Internacional Panama-Pacific, o en Filadelfia, donde obtuvo una medalla en un concurso de acuarela. Museos como el Metropolitan de Nueva York, el Victoria & Albert Museum de Londres o el Museo de Bellas Artes de Boston -donde fue una de las primeras mujeres representadas- cuentan con obras suyas dentro de sus colecciones.
Este texto forma parte de la publicación «Las huellas de las mujeres en Hondarribia», un proyecto de Parean Berdintasun Elkartea, con textos de María José Noain Maura y e ilustraciones de Andrea Villamor. Puede recogerse gratuitamente en la Biblioteca de Hondarribia o solicitarlo, cubriendo los gastos de envío, en el correo info@losviajesdeaspasia.com.
Deja tu comentario