Cuando Hernán Cortés y su ejército conquistaron la ciudad de Tenochtitlán, en 1521, sometieron al Imperio Azteca, una brillante civilización que gobernaba sobre las tierras centrales de México. Los antiguos aztecas, también llamados mexicas, conocían la escritura, al igual que las poblaciones mayas y mixtecas. Sobre piel de venado o papel amate, procedente de un cactus, registraban hechos históricos, creencias religiosas, relatos cosmogónicos o cuestiones administrativas. Estos libros eran conocidos como códices y, a pesar de su extraordinaria riqueza, fueron esquilmados por los conquistadores. Los destruyeron, considerándolos obras paganas, causando una terrible pérdida para la humanidad. Su valor era incuestionable no solamente por la información que contenían, sino por las bellas ilustraciones que acompañaban al texto.
Mural de Diego Rivera con recración de Tenochtitlán // Wikimedia Commons
El Códice Mendoza
A pesar de la destrucción masiva de códices, unos pocos sobrevivieron, tanto de origen maya como azteca. Uno de ellos fue el Códice Mendoza, realizado en el año 1542 por el virrey Antonio de Mendoza, de quien toma su nombre, siendo, por tanto, de fecha colonial. Está custodiado, desde 1659, en la Bodleian Library de Oxford. El Museo de América de Madrid cuenta con otros dos de estos escasos tesoros: el códice maya Tro-Cortesiano y el azteca Códice Tudela. En el caso del Códice Mendoza, sus contenidos recopilan la historia de las conquistas imperiales, los tributos entregados por las distintas provincias y distintas cuestiones sobre la vida cotidiana, por lo que resulta un documento excepcional para conocer de primera mano la cultura mexica.
Fundación de Tenochtitllán, Códice Mendoza // Wikimedia Commons
La fundación de Tenochtitlán
Una de las más bellas ilustraciones que lo decoran es la que hace referencia al mito fundación de la ciudad de Tenochtitlán, capital de los mexicas que se corresponde con la actual Ciudad de México. Según la cosmogonía mexica, su máxima deidad, el dios Huitzilopochtli, encomendó a los mexicas que iniciaran un viaje de peregrinación para encontrar la tierra idónea en la que asentarse y fundar su capital. La señal que debían contemplar para reconocer el lugar designado por el dios era la de un águila, posada sobre un nopal -un tipo de cactus-, devorando una serpiente.
El milagroso avistamiento se produjo sobre las aguas del lago Texcoco, donde procedieron a fundar la nueva ciudad, bautizada como Tenochtitlán, una auténtica Venecia americana, con un urbanismo complejo atravesado por los canales del lago.
La digitalización del Códice Mendoza
El Instituto Nacional de Historia y Antropología de México (INAH) ha digitalizado la totalidad del contenido del códice para poder consultarlo digitalmente desde cualquier parte del mundo. El texto en castellano es de difícil lectura y requiere de conocimientos de paleografía, pero la página web ofrece una transcripción en castellano que se puede consultar directamente sobre cada una de las páginas. Las bellísimas ilustraciones, que acompañan la información textual, también están acompañadas de explicaciones detalladas que permiten entender su significado. Enlazan, a su vez, con información extra y otras imágenes multimedia que complementan la iconografía mexica. Se trata de un ambicioso y completísimo programa de investigación y divulgación que pone al alcance de todas y todos hasta los más mínimos detalles de este extraordinario documento de la Historia de América.
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