Hoy en día, la teoría de la evolución nos parece algo totalmente aceptado (salvo ciertas absurdas excepciones defendidas por los negacionistas), pero en su momento supuso una auténtica conmoción para la sociedad de su época. Es célebre la figura de Charles Darwin como autor de esta revolucionaria propuesta, pero el naturalista británico contó con ciertos precedentes como el de Lamarck cuyas famosas jirafas de cuellos alargados dieron la vuelta al mundo.

La Teoría de Lamarck

Lamarck

Jean-Baptiste Lamarck

Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) fue uno de los primeros científicos que comenzó a plantearse que las especies habían podido sufrir transformaciones a lo largo del tiempo y que no habían sido creadas de manera inmutable en un lejano pasado. Durante el s. XVIII y principios del XIX, se habían establecido las bases de la geología, a partir del hallazgo de fósiles, que habían demostrado la antigüedad de la tierra. Estos mismos fósiles permitieron llegar a la conclusión de que algunas especies se habían extinguido y otras, habían ido cambiando a lo largo del tiempo.

Lo que hizo Lamarck fue ofrecer una explicación al fenómeno de estos cambios evolutivos. Y propuso su famosa teoría de las jirafas. Bueno, en realidad así es como la llamo yo, porque así se me quedó grabada cuando me la explicaron en el colegio. Simplificando muchos sus postulados, Lamarck defendía que el uso prolongado de un órgano del cuerpo provocaba su transformación y que dicha transformación se heredaba. De tal manera que si las jirafas de la sabana africana se veían obligadas a estirar su cuello para acceder a las hojas más altas de los árboles, esto provocaría un crecimiento de su cuello que heredarían las jirafitas posteriores. Se trataría de una transformación paulatina, pero al cabo de los años las jirafas tendrían cuellos más largos, fruto de este esforzado trabajo. Suena razonable, ¿no?

 

Charles Darwin y la Teoría de la Evolución

Charles Darwin

Charles Darwin

Pero hay una cuestión que Lamarck no valoró: si nos teñimos el pelo, o vamos al gimnasio y desarrollamos nuestra musculatura, ¿nuestra descendencia heredará el nuevo color de cabello o nuestros bíceps? En absoluto, ya que son rasgos adquiridos que no forman parte de nuestro ADN. Por tanto, ¿cómo se podían explicar esos cambios evolutivos que llevaron a las jirafas a tener esos cuellos larguísimos? Para ello, primero tenemos que introducir la figura de Darwin.

Con tan solo 22 años, Charles Darwin (1809-1882) se embarcó en una aventura sin parangón: el viaje del Beagle, un barco capitaneado por Robert FitzRoy que recorrió, durante cinco años, el mundo entero, realizando paradas principalmente en Sudamérica y Australia. Las observaciones de Darwin, especialmente las que llevó a cabo en las Islas Galápagos, le permitieron sentar las bases de lo que sería su gran aportación a la historia de la humanidad: la Teoría de la Evolución.

Años después, en 1859, publicó su famosa obra “El origen de las especies” en la que presentaba su Teoría de la Evolución. Explicaba que la selección natural, es decir, la adaptación al medio, era lo que condicionaba la supervivencia de una especie, a través de su evolución o su extinción. Eran las especies mejor adaptadas las que contaban con mayores ventajas para sobrevivir y, de esa manera, transmitir su carga genética a sus descendientes. De esa manera, se iban propagando los cambios genéticos que provocaban la transformación a lo largo del tiempo de la morfología de los seres vivos.

Selección sexual

Selección sexual con pavos reales (foto: Wikipedia)

La teoría de la evolución y de la selección natural quedó ampliada en su obra “El origen del hombre“, que salió a la luz en el año 1871. En este libro exponía el principio de la selección sexual que complementaba la selección natural. No solamente aquellas especies mejor adaptadas transmitían su carga genética. También lo hacían las especies que más posibilidades tenían de procrear. Y esto se conseguía a través de la seducción del macho hacia la hembra. Es difícil de creer que la hermosa cola de un pavo real sea un elemento que le permita adaptarse mejor al medio, cuando en realidad no hace más que entorpecer su movimiento y convertirlo en una presa más fácil. Pero la cola del pavo real es, por el contrario, un excelente reclamo para las pavas reales y, por tanto, un elemento fundamental en la selección sexual. Todos y cada uno de los rasgos que vemos hoy en día en un animal o en nosotros mismos, mientras fuimos evolucionando como homínidos, tiene que ver con la mayor capacidad de sobrevivir en un entorno concreto o con la mayor capacidad de procrear y transmitir nuestra huella genética.

Y volviendo a las jirafas de Lamark: lo que Darwin defendía es que esa selección natural o selección sexual se producía por mutaciones genéticas que se producían de forma casual (cuestión que habría que matizar porque hay distintas teorías al respecto). De tal forma que, por casualidad, un día nació una jirafa con el cuello más largo y, de esa manera, presentó un rasgo que se adaptaba mejor al medio. Eso permitía que la jirafa de cuello largo sobreviviera a las de cuello corto y transmitiera el alargamiento del cuello a sus descendientes. No era, por tanto, un rasgo adquirido por forzar ese órgano, como defendía Lamarck, sino una mutación casual que permitía una mejor adaptación al medio. Y lo mismo con la selección sexual: un día nació un pavo real con una incipiente cola, algo más vistosa que la de sus congéneres. Eso permitió que ese pavo real tuviera un éxito arrebatador entre las pavas, teniendo más descendencia que heredó su rasgo genético de una cola más hermosa. Y así, sucesivamente, se fueron produciendo esas leves mutaciones que terminaron por configurar el maravilloso aspecto del pavo real triunfante, a través de la selección sexual.

Jirafas de Lamarck y de Darwin

¿Sois de Lamarck o de Darwin?