234. Grabados para un tratado y una boda
Hondarribia en blanco y negro: los grabados del Tratado de los Pirineos y de la Boda real
Cuando en 1660 tuvo lugar la boda real entre Luis XIV y María Teresa de Austria, Hondarribia se llenó del bullicio y colorido de la corte. De ello dan muestras los cuadros que inmortalizaron el acontecimiento en el que la exuberancia de la época barroca se manifiesta en las lujosas vestimentas y en los abigarrados decorados. Pero la imagen de la ceremonia y del Tratado de los Pirineos que la antecedió, no nos ha llegado mayoritariamente en color, ya que las obras de arte más abundantes que recogieron el evento son en blanco y negro.
El grabado como arte y documentación

Tórculo de 1640 (imagen: bidilafragua)
Frente a la exclusividad de los óleos, la técnica del grabado introdujo en la Historia del Arte la posibilidad de obtener varias copias idénticas a partir de una única plancha original. Aunque tradicionalmente utilizamos el término “grabado” para agrupar las distintas modalidades, en realidad se refiere, estrictamente hablando, a la variante calcográfica, que toma su nombre del uso de una plancha metálica (de la palabra griega calchos, que quiere decir cobre). Sobre esta base de cobre se registraba el dibujo que, posteriormente entintando, se pasaba por un tórculo, ejerciendo presión sobre la plancha metálica que transfería la tinta al papel. Existían varios métodos para realizar las incisiones en la matriz, siendo la más habitual el aguafuerte. En este caso, el cobre se protegía con un barniz, sobre el que se plasmaba el dibujo. A continuación, se repasaban las líneas con un punzón, eliminado la capa de barniz. Después, se sumergía la plancha en ácido y este corroía el metal solo en aquellas zonas en las que se había levantado el barniz, mientras que el resto de la superficie quedaba protegida por éste. De esta manera, la tinta penetraba en las incisiones permitiendo el proceso de estampación.
Los grabados de la Edad Moderna sirvieron como apoyo gráfico para la cartografía o como ilustraciones para libros de botánica, zoología o anatomía. Pero también tuvieron una importante labor conmemorativa y propagandística, dejando constancia de acontecimientos históricos de especial relevancia. Fue el caso del Tratado y de la Boda, que han legado una impresionante colección de grabados que recogen distintas escenas sobre ese evento que fue tan señalado para el Reino de Francia y la Monarquía Hispánica.
Los grabados del Tratado y la Boda
Y aquí nos topamos con una figura fundamental: Sébastien de Pontault, señor de Beaulieu (1612 – 1674). Fue un ingeniero y militar francés, que sirvió a los reyes Luis XIII y Luis XIV, y al que se considera tradicionalmente padre de la topografía militar. Esta atribución le vino dada por su labor como dibujante de acciones bélicas en las que recogía, de manera fidedigna, las batallas, asedios y expediciones militares, todo ello basado en su experiencia en el ejército y en su destreza como dibujante. El escritor de cuentos infantiles Charles Perrault lo señaló entre los 100 prohombres más importantes de su época, describiéndolo así: “Dibuja y, a continuación, graba todos los Sitios de las Villas, todos los Combates, todas las Batallas y, generalmente, todas las Expediciones Militares de su Reino, que acompaña de discursos instructivos y todos los detalles de estas acciones maravillosas”.
A partir de 1642, le fue otorgado el privilegio de publicar los planos de los asedios y enfrentamientos del ejército francés. Tiempo después, abrió un taller en París que se convirtió en un lucrativo negocio gracias a la comercialización de estas estampas. Beaulieu era el responsable de la composición de la escena y de la coordinación de la empresa editorial, pero contaba con ayudantes. Los grabadores a su cargo, como era el caso de Nicolas Cochin o Adam Perelle, eran los encargados del traslado del dibujo original al aguafuerte, facilitando su difusión. Empezó así una ambiciosa tarea editorial a la que se dedicó plenamente desde 1648, año en el que abandonó su carrera militar para centrarse exclusivamente en la producción artística.
Su obra más importante fue Las gloriosas conquistas de Luis el Grande, refiriéndose con este epíteto a Luis XIV. Popularmente conocida como el Grand Beaulieu, presentaba una recopilación de las plazas asediadas y las batallas más destacadas del Rey Sol. Es un exhaustivo compendio de acciones militares a mayor gloria del soberano. Frente a esta gran compilación, la serie de Petit Beaulieu estaba conformada por mapas corográficos, planos y perfiles urbanos.
La presencia de Hondarribia está constatada en ambas publicaciones, pero, sin duda, la más interesante es la aportada en el Grand Beaulieu. Estamos acostumbrados a ver los grabados de manera independiente, pero el diseño del ingeniero recogía las distintas escenas como una única serie compuesta por diez aguafuertes, que son un extraordinario documento de todo lo que aconteció en la comarca. Se disponen de la siguiente manera: los tres primeros grabados son los retratos de Luis XIV y Felipe IV, con los correspondientes escudos de sus dos monarquías, y del cardenal Mazarino, representante del monarca francés. Las dos siguientes composiciones tienen menor interés artístico, pero gran valor histórico ya que enumeran, respectivamente, el listado de señores que acompañaron al cardenal y al delegado español, Luis Méndez de Haro, al que Felipe IV otorgó en agradecimiento a su labor el título de Luis de la Paz. En el sexto grabado, vemos una representación ideal del Templo de la Paz, ejemplo emblemático de arquitectura barroca, coronado por una leyenda que indica que la paz perpetua fue obra de Mazarino. Delante, las figuras alegóricas de los dos países se saludan cordialmente, ante una estatua que porta una rama de olivo y un fasces, simbolizando la paz y la justicia.
Pero los más espectaculares son los cuatro que vienen a continuación: tres panorámicas sobre la desembocadura del Bidasoa que, como si sobre ellas se aplicara un zoom, se van aproximando paulatinamente a la isla de los Faisanes. Dos de ellas cuentan con la siguiente peculiaridad: de formato apaisado, recogían una gran vista, impresa, en realidad, sobre dos papeles que a menudo se estampaban de forma independiente, dividendo la escena en dos fragmentos. El último ejemplo presenta una vista de la isla en perspectiva cenital, mostrando la planta arquitectónica de los edificios que sobre ella se construyeron.
Lo más interesante de la serie de Beaulieu es que sus grabados están en una perfecta encrucijada entre la obra de arte y el documento histórico. Podemos reconocer con precisión la topografía de Txingudi, el casco histórico de Hondarribia, la parroquia del Juncal, o el cambiante aspecto de los vados de arena y de las islas. Nos muestran también la riqueza de las arquitecturas efímeras que se erigieron para el evento, y el desfile de caballeros y carrozas que se despliega por el paisaje en dirección a los Faisanes. Todo fue diseñado para engrandecer a Luis XIV, pero gracias a esta maniobra de propaganda política nos ha llegado un exquisito testimonio de los hechos más importantes que nuestra ciudad contempló en el s. XVII.
Para saber más
Capdevila Subirana, Joan (2014): “Representacions urbanes catalanes del segle XVII per Sébastien de Pontault, sieur de Beaulieu” en Treballs de la Societat Catalana de Geografia, núm. 77, juny 2014, p. 39-63
Izaguirre Iguiñiz, Martín. Cartografía antigua y paisajes del Bidasoa. Ed. M. Izaguirre, 1994.
VV.AA. (1993): Los Austrias: grabados de la Biblioteca Nacional. Biblioteca Nacional.
ESTE ARTÍCULO HA SIDO ESCRITO PARA LA REVISTA DE HONDARRIBIA, EN LA QUE SE PUBLICÓ, EN EUSKERA, EN EL Nº 397 (diciembre de 2024)