Hondarribia y el arte: un tratado, una boda y unos cuantos cuadros

Una de las anécdotas que más me impacta de la historia de Hondarribia es la imagen de Velázquez transitando por las calles del casco histórico. El insigne pintor no dejó ningún dibujo o cuadro de la villa o de su entorno, pero participó, como aposentador real de Felipe IV, en el diseño protocolario de dos de los acontecimientos más singulares que ha visto el río Bidasoa: el Tratado de los Pirineos, firmado en 1659, y la boda real entre Luis XIV y María Teresa de Austria que, un año después, ratificó el acuerdo.

Tratado de Münster (parte del Tratado de Westfalia), 1648. Cuadro de Gerard Terborch

Tratado de Münster (parte del Tratado de Westfalia), 1648. Cuadro de Gerard Terborch (imagen: Wikimedia Commons)

Ambos acontecimientos tuvieron que ver con los tejemanejes políticos entre dos de las potencias de la Edad Moderna, el Reino de Francia y la Monarquía Hispánica. En ese contexto se produjo el famoso sitio de 1638 que culminó con la expulsión del ejército francés tras sesenta y nueve días de asedio. En 1648 se firmó el Tratado de Westfaia para dar fin a la guerra, pero no fue hasta 1659 cuando se estableció el acuerdo definitivo entre las potencias a ambos lados del Bidasoa. Tras meses de negociación en la Isla de los Faisanes, el Tratado de los Pirineos establecía las condiciones de las relaciones políticas entre Francia y España, y fijaba en esta cadena montañosa la frontera entre los dos países.

La boda real

La boda que tuvo lugar un año después ratificaba el acuerdo. Los contrayentes eran el rey de Francia, Luis XIV, y María Teresa de Austria, hija de Felipe IV. Padre e hija llegaron con la comitiva real a Hondarribia y se alojaron en el castillo. Luis XIV, reacio a pisar suelo hispánico, no acudió a su propia boda, que se realizó por poderes el día 3 de junio en la Parroquia de la calle Mayor. Luis Méndez de Haro, que había negociado el tratado con el Cardenal Mazzarino, sustituyó al famoso Rey Sol. Firmaron el acuerdo formal unos pocos días después en la Isla de los Faisanes y celebraron una segunda ceremonia en San Juan de Luz, ya con el novio presente.

La celebración debió de dejar asombrados a todos los habitantes de Hondarribia, que vieron la ciudad ocupada por la comitiva real, y su despliegue de militares y cortesanos. Como decía al principio, es una pena que Velázquez no dejara un testimonio pictórico del que fue una maniobra política fundamental para la historia europea. Pero, afortunadamente, hay otros testimonios que nos muestran cómo fue el desarrollo tanto del tratado como de la boda, tomando como protagonista a esa diminuta isla que vio tantos acontecimientos históricos y es, hoy en día, el condominio más pequeño del mundo.

Un poco de arte: la entrevista en los Faisanes

Charles Le Brun Charles, châteaux de Versailles et de Trianon

Charles Le Brun Charles, châteaux de Versailles et de Trianon

Charles Le Brun diseñó una escena que pintaron al óleo Simon Renard de Saint-André y Antoine Mathieu le Pére, conocido como Entrevista de Luis XIV y de Felipe IV en la Isla de los Faisanes. El título se refiere al encuentro que se produjo entre los dos reyes una vez perpetrada la boda en Hondarribia. María Teresa de Austria aparece tras su padre, siendo mera espectadora del saludo oficial entre los mandatarios. Viste a la manera española, cosas que, según las fuentes de la época, sorprendió a su esposo, por lo alejada que estaba de la moda francesa.

Parece mentira que la imagen que nos muestra Le Brun sea en el paraje de la Isla, ya que, tras los personajes, vemos una pared con un gran ventanal, un edificio, grandes colgaduras, de la misma manera que hermosas alfombras se despliegan bajo sus pies. No debe de extrañarnos ya que tanto para la firma del tratado como para los acontecimientos posteriores se construyeron arquitecturas efímeras de las que, lamentablemente, nada ha sobrevivido.

Le Brun, que fue primer pintor de Luis XIV y se encargó de la decoración del palacio de Versalles -donde se encuentra la obra- representó en el cuadro a toda una serie de personajes de la época. Entre la infanta y su padre, se dispone Luis Méndez de Haro, mientras que, tras la muchacha distinguimos a Velázquez.

En el lado francés, vemos al Cardenal Mazarino y a Ana de Austria. La reina Ana era madre de Luis XIV y, al mismo tiempo, hermana de Felipe IV. Y es que los jóvenes contrayentes de la famosa boda eran primos carnales por partida doble ya que Felipe IV se había casado a su vez con Isabel de Borbón, hermana de Luis XIII y tía del Rey Sol.  Es muy fácil perderse entre tanto parentesco, pero tal vez ayude recordar que Ana de Austria e Isabel de Borbón fueron precisamente las protagonistas del Intercambio de Princesas de 1615 del que hablé otro post.

El cuadro sirvió como modelo para la realización de un tapiz que se llevó a cabo en la Manufactura de los Gobelinos, dirigida precisamente por Le Brun. Formaba parte de una serie de catorce tapices que, bajo el nombre de La Historia del Rey narraba los acontecimientos más importantes de los primeros años de Luis XIV en el trono. Otro de los tapices era el de La boda de Luis XIV y María Teresa de Austria que, como no podía ser de otra manera, se refería a la ceremonia de San Juan de Luz y no a la de Hondarribia.

Un poco de arte: la boda

La versión pintada que se conserva es una copia del tapiz. La realizó Jacques Laumosnier a finales del siglo XVII, junto a otra versión al óleo del encuentro de la isla, y hoy en día se encuentra en el Museo de Tessé en Le Mans. Con una composición similar, dividida en dos grupos simétricos, recrea la ceremonia que tuvo lugar en San Juan de Luz. El arzobispo de Bayona oficia la ceremonia desde el eje central de la composición, justo detrás de los contrayentes.

Están ya en territorio francés, por lo que María Teresa viste una lujosa capa de terciopelo azul repleta de flores de lis, a juego con la alfombra, los cojines y las telas que cubren el mobiliario de la iglesia. Ha prescindido, nada más pasar a territorio francés, de las anquilosadas vestimentas de la corte hispánica. Ya no vemos a Felipe IV, pero sí a la ineludible figura de Mazarino y también a la reina madre, con su vestimenta negra de viuda.

Boda de Luis XIV y María Teresa de Austria

Boda de Luis XIV y María Teresa de Austria

Un poco de arte: la alegoría de la boda

Alegoría de la boda entre Luis XIV y María Teresa de AustriaParís y Le Mans nos quedan un poco lejos si queremos ir a contemplar estos dos cuadros, pero tenemos otra interesantísima opción en el Museo Vasco de Bayona. Alegoría en el Bidasoa del matrimonio de Luis XIV (1660) de Jean Nocret se aleja de la intención descriptiva de las dos obras anteriores para presentar una versión fabulada llena de simbolismos, cuyo único objetivo es exaltar el poderío del rey francés. De ahí que aparezca sobre un lujoso carro, tirado por dos caballos blancos, mientras un erote le sostiene un casco de vistosa cimera y otro le sujeta la espada.

Una diagonal que atraviesa todo el cuadro conecta la mirada del monarca con la de su esposa, claramente situada en un plano inferior, que tiende amorosamente los brazos hacia su futuro esposo. A sus pies vemos un perrito, símbolo de fidelidad conyugal, mientras varios cupidos se disponen a lanzar sus flechas de amor. El río se abre paso hacia la desembocadura entre dos gigantescos peñascos que, en realidad, no existen. Pero todo es fantasía en este curioso cuadro en el que, al fondo a la derecha, camuflado entre los colores pardos de la bruma, un personaje se eleva tirado por caballos marinos: es Neptuno, el dios del mar, que enarbola su tridente como mudo testigo del encuentro.