Una vez finalizó la Guerra de Troya, de la que hablábamos en el último post, los héroes que participaron en ella regresaron a casa. Sus aventuras y desventuras deberían haber terminado ahí, pero a uno de los protagonistas, Odiseo, le costó diez años alcanzar su hogar. Y Homero, el mismo autor de la Iliada, puso por escrito su larguísimo viaje en el otro gran poema épico griego: la Odisea. Aunque seguro que si os digo que a Odiseo en el mundo romano le conocían bajo el nombre de Ulises, a todos os resulta más familiar.
La Odisea es el libro de aventuras por antonomasia, escrito con una original técnica narrativa en la que parte de la historia se nos presenta como un gran flashback. También funciona como «viaje del héroe», en el que Odiseo tendrá que dar cuenta de su astucia y pericia en multitud de ocasiones. Los dioses se pasean por la historia, intervienen, ayudan y entorpecen los objetivos de Odiseo, según la simpatía que en ellos despierta. Por el camino, Odiseo se va encontrando con hechiceras, mujeres seductoras, monstruos como las sirenas, accidentes geográficos y todo tipo de peligros que van retardando su regreso al hogar, convirtiendo lo que tendría que haber sido una circunvalación a la península griega en un viaje que atraviesa todo el Mediterráneo, llegando hasta los confines del mismo.
No sólo al propio Odiseo afectó tal aventura. En su patria, la isla de Itaca, su esposa Penélope y su hijo Telémaco tuvieron que enfrentarse a la insistencia insidiosa de una serie de pretendientes que, dando por muerto al rey, querían casarse con Penélope y de esta forma acceder al trono de Itaca. No es de extrañar que dieran por muerto a Odiseo, teniendo en cuenta que llevaba veinte años fuera de casa. Cuando Telémaco tiene edad suficiente, parte a buscar a su padre. Y Penélope queda sola en la isla defendiendo a duras penas su posición. Para ello ideó una bella estrategema, consistente en prometer a los pretendientes que escogería a uno de ellos una vez terminara el sudario que estaba tejiendo. Para prolongar indefinidamente esta situación, la reina destejía por la noche su labor diurna, algo que se ha convertido en un icono de la fidelidad, la paciencia y la esperanza.
Itaca de Constantino Kavafis
Vamos a terminar esta entrada recordando una bellísima reinterpretación del viaje Odiseo: el poema «Itaca» de Constantino Kavafis (1863-1933). Aunque Kavafis nació en la ciudad egipcia de Alejandría, se le considera griego ya que escribía en esta lengua por pertenecer a una familia de origen griego emigrada a Egipto. Considerado uno de los grandes poetas del siglo XX, Kavafis era un entusiasta de la antigüedad grecolatina que sirvió de inspiración a gran parte de su poemario. Uno de los personajes que trató en su obra fue precisamente Odiseo. En «Itaca» nos recuerda algunas de las desventuras de nuestro personaje. Pero por encima de ello, este poema se ha convertido en todo un símbolo del viaje, recordándonos a todos, ya hablemos de un periplo o de nuestra vida, que lo importante no es el destino sino todo lo que vivamos por el camino.
Os dejo con el arranque de «Itaca»:
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
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