Cremona, lugar de trabajo del luthier Stradivarius, queda muy cerquita de Milán, una ciudad fascinante con un gran patrimonio artístico. Así que de un salto nos plantamos en esta espléndida ciudad italiana para hablar de uno de sus monumentos más emblemáticos.

San Ambrosio de Milán

La Basílica de San Ambrosio toma el nombre de su fundador, el obispo Ambrosio de Milán que propició su construcción entre los años 379 y 386 d. C. Su aspecto actual, sin embargo, tiene que ver con las reformas medievales que hacen de ella el más importante ejemplo de arquitectura románica de Lombardía. La forma original de la construcción del s. IV debió de tener planta basilical dividida en tres naves, con un único ábside. Este modelo era característico de las primeras iglesias paleocristinas y fue ampliado a finales del s. IX o comienzos del X cuando se añadieron los ábsides menores y la cripta. Su definitiva forma románica data de finales del s. XI y principios del XII.

A estas primeras etapas constructivas, se fueron sumando distintos añadidos y restauraciones que dotan a la iglesia de una larga y compleja historia que incluye múltiples fases constructivas. Entre los distintos artistas que intervinieron remodelando o adornado la iglesia podemos destacar las figuras del arquitecto Donato Bramante, que diseñó una nueva rectoría y reconstruyó el monasterio en 1492, o el pintor Giambattista Tiepolo, responsable de frescos extraordinarios.

Una de las joyas de la basílica, es un sarcófago romano de época tardoantigua conocido como «del Stilicone«. El sarcófago fue integrado en la construcción de un púlpito de mármol, formando un conjunto patrimonial extraordinario, que mezcla lo clásico con lo medieval.