El magnífico retrato de Carlomagno que ilustraba el último post, realizado por Alberto Durero, autor del que ya hemos hablado en anteriores ocasiones, se encuentra en el Museo Nacional Germánico de Nuremberg. Hay una larga lista de obras y piezas por las que merece la pena visitar este museo alemán, pero hoy vamos a centrarnos en una de ellas: el globo terráqueo conservado más antiguo de la humanidad.

El Globo de Behaim

Hoy en día los globos terráqueos son instrumentos que nos resultan familiares, pero no siempre ha sido así. El ejemplar más antiguo que se conserva data de finales del siglo XV (1492/94) y recibe el nombre del Globo de Behaim o Erdapfel (es decir, «manzana de la Tierra»). No creáis que si no se conservan ejemplares más antiguos de globos terráqueos se debe al desconocimiento de que el planeta tierra fuera una esfera: contrariamente a lo que muchas veces nos cuentan, la esfericidad del planeta se conocía desde la Grecia antigua. Pero hasta momentos anteriores las representaciones cartográficas eran planas.

Martín Behaim (1459-1507) fue un comerciante, astrónomo, navegante y geógrafo, natural de la ciudad de Nuremberg. Tras vivir en los Países Bajos y Portugal, y participar en un viaje a África, regresó a su ciudad natal en 1490. Allí recibió el encargo, por parte de Georg Holzschuher, de construir un globo terráqueo, incorporando los recientes descubrimientos geográficos portugueses -en los que el propio Behaim había participado activamente-, pero, lógicamente, sin incluir la todavía incógnita tierra de América. Behaim realizó su obra a base de una bola de lino laminada en dos mitades, reforzada con madera y cubierta por un mapa pintado por Georg Glockendon, grabador y pintor de la misma ciudad.

El globo incluye unos 2.000 nombres de lugares y unas 200 miniaturas dibujadas que representan a las ciudades y sus gobernantes, animales terrestres, criaturas marinas y barcos. El marcado eurocentrismo puede observarse en distintos aspectos: mientras los gobernantes de las ciudades europeas aparecen entronizados, los reyes de tierras distantes reinan en tiendas de campaña. El Polo Norte y el Polo Sur aparecen como terra icognita. Así, la topografía del Ártico, identificada con un hombre con un arco y una flecha cazando un oso polar, es imaginaria. También son fantasía otros aspectos recogidos tanto del imaginario de la época como de los textos de Marco Polo o Johan Mandeville. Las Islas Nicobar están pobladas por seres humanos con cabeza de perro, mientras que en otros territorios la fauna representada es la adecuada del lugar: serpientes en la actual Vietnam, mandas de elefantes en el Magreb o ballenas en torno al Cabo de Buena Esperanza.

Es muy probable que a estas alturas os haya picado la curiosidad y os gustaría ver en detalle esta antiquísima reproducción cartográfica. Pues estáis de suerte. En este mundo digitalizado hasta el infinito en el que vivimos existe una app, de nombre «Behaim Globe», que podéis descargar gratuitamente en vuestros móviles para ver, en una resolución magnífica, todos los detalles e ilustraciones del globo terráqueo más antiguo de la humanidad.