La mujer virtuosa

Frente al estereotipo de femme fatale, de mujer seductora, fatalista, causante de males, también se estableció el estereotipo de mujer virtuosa, representante de las virtudes tradicionalmente encarnadas por las mujeres y cuyo máximo representante era la Virgen María.

Vestal, Antonio Canova

“Vestal”, 1818-19. Antonio Canova (1757- 1822). Galería de Arte Moderno de Milán

Junto con Berthel Thordvalsen, Antonio Canova es el más excelente representante de la escultura neoclásica. En esta ocasión, escogió como tema a una Vestal, sacerdotisas de la Antigua Roma, que rendían culto a Vesta y consagraban su virginidad al servicio de la diosa del hogar. Se conocen hasta trece versiones de este tema ejecutadas por Canova y su taller entre 1819 y 1823. La obra pudo estar inspirada en la llamada Zingarella, un busto helenístico encontrado en Nápoles y bien conocido desde el s. XVIII.

La temática de la Antigüedad clásica, principalmente mitológica, fue la más habitual en las producciones de Canova que, ya desde las primeras obras, muestran una asimilación del legado clásico.

Canova realizó también importantes mausoleos, como los de los papas Clemente XII y Clemente XIV o el monumento funerario de María Cristina de Austria. Trabajó como escultor para Napoleón Bonaparte. En la misma ciudad que alberga esta sacerdotisa Vestal, aunque en otro museo (la Pinacoteca Brera) se puede ver la copia en bronce del retrato que realizó a Napoleón, inspirado en el Doríforo de Policleto.

Muchacha leyendo, 1828. Gustav Adolph Hennig (1797-1869). Museum der Bildenden Künste (Leipzig)

Desde la antigüedad latina, una de las pocas actividades intelectuales que se toleraban en las mujeres es la lectura. En el XIX se volvió común esta imagen en la que vemos a lectoras concentradas en su libro. En ocasiones aparecen retratadas en sus hogares, recostadas en un sofá. Henning, en cambio, opta por una composición poco habitual, con un fondo liso sobre el que se recorta la lectora, en posición frontal y simétrica, aislada del mundo circundante. El borde oscuro del vestido dibuja una línea geométrica que enmarca la cabeza y la relaciona con las manos, contribuyendo a la simetría y geometrización del ordenado y elegante conjunto.

El canto dorado de las hojas del libro hace pensar que probablemente se trate de una obra religiosa: esto queda enfatizado por la posición de las manos y el gesto de recogimiento de la muchacha. De ser así, la lectura, aquí, sería un elemento más para enfatizar la virtud de la mujer.

Henning, que fue director de la Academia de Bellas Artes de Leipzig, cultivó el género histórico, aunque fue sobre todo retratista. Además de pinturas, realizó aguafuertes y litografías. Su estilo puede encuadrarse dentro del Neoclasicismo alemán.

La maternidad

La maternidad como ejemplificación del principal papel en la vida de una mujer aparece como un tema en el s. XIX habitualmente vinculado con la Virgen María y, excepcionalmente, con figuras de mujeres ejemplares en la historia, como es el caso de la romana Cornelia. Su incorporación como un tema relacionado con la vida cotidiana y con el ámbito doméstico se introduce, como algo novedoso, vinculado sobre todo a las corrientes artísticas finiseculares. Es, de hecho, uno de los géneros que se incorpora en el arte impresionista, en el que destacaron claramente las mujeres artistas del grupo.

María e Isabel con Jesús y Bautista niños”, 1825 Johann Friedrich Overbeck (1789-1869) Pinakothek der Modernes. Kunst (Munich)

Johann Friedrich Overbeck encabezó la Comunidad de San Lucas, fundada en Viena en el año 1809. Popularmente conocidos como Nazarenos, estos pintores, que viajaron a Roma para vivir como en una comunidad medieval, preconizaban un concepto místico de la pintura, en el que se buscaba la exaltación de los sentimientos cristianos.

El movimiento podría entenderse como una corriente dentro del Romanticismo, pero siempre buscando devolver al arte a su origen sagrado reivindicando la pintura de figuras como Durero o Rafael. Es precisamente la influencia de Rafael la que más se percibe en esta obra de Overbeck, con la Virgen como eje vertical de la simétrica composición. Los nazarenos buscar sus objetivos místicos a través de una formación clásica y academicista.

El rey Luis I de Baviera, admirador de la pintura de los nazarenos, adquirió la obra en 1857.

Virgen, Ingres

No hay prototipo más representativo de la virtud femenina que la ejemplificada por la Virgen María. Incluso un pintor como Ingres, máximo representante junto con David del neoclasicismo francés, que trabajó temas de la Antigüedad, temas orientales y retrató a la burguesía de su época, cultivó el tema religioso en varias ocasiones. La importancia de la línea y del dibujo y la equilibrada composición, donde se percibe su veneración por Rafael, beben de las características de este movimiento artístico. Fue un pintor muy academicista desde el punto de vista técnico, tal y como vemos en esta obra.

Ingres obtuvo gran éxito entre su clientela con pequeñas composiciones devotas, donde la Virgen María era la protagonista. Incluso la crítica alabó estas obras, mientras el público las reclamaba reproducidas en estampas.

 

 

 

“La cuna”, 1872. Berthe Morisot (1841-1895). Musée d’Orsay (París)

Fue el cuadro que Morisot expuso en la primera exposición impresionista que tuvo lugar en el estudio del fotógrafo Nadar, en el año 1874, y que dio lugar al movimiento artístico del Impresionismo. A pesar de que la historia se encargó de relegar a las mujeres artistas, Morisot formó parte activa del grupo impresionista y expuso con ellos en la mayoría de las ocasiones. En este cuadro es su hermana Edma y la hija de ésta, Blanche, quienes posaron para la artista, recogiendo un momento en el que la madre contempla embelesada a la niña plácidamente dormida.

El color blanco, muy utilizado por los pintores impresionistas y de gran maestría en manos de Berthe, aparece en múltiples tonalidades, incluyendo el uso de veladuras para representar la transparencia del tul que cubre la cuna. Morisot, a diferencia de otros pintores impresionistas que aplicaban puntos de color, utilizaba pinceladas más amplias.

El cuadro muestra un instante de felicidad familiar, de intimidad, captado de manera espontánea y suelta. Fue la primera vez que la pintora plasmó un tema relacionado con la maternidad, que pasó a ser uno de sus argumentos predilectos. Berthe Morisot intentó vender la obra sin éxito y permaneció en su familia hasta que fue adquirida por el museo d’Orsay en 1930.

 

“El beso de la madre”, 1890-91. Mary Cassatt (1844-1926). National Museum of Women in the Arts (Washington)

Mary Cassatt fue otra de las mujeres artistas vinculadas al grupo impresionista francés. De nacionalidad estadounidense, viajó a Francia a estudiar arte y allí entró en contacto con los impresionistas, teniendo una relación de especial afinidad con Degas.

Además de la pintura al óleo, Cassatt experimentó con otras técnicas, como es el caso de este grabado donde destaca la influencia de las estampas japonesas que se refleja, entre otras cosas, en la ausencia de profundidad en la composición.

El grabado forma parte de una serie de diez impresiones en color que la artista preparó para la parisina Galería Durand-Ruel. Al igual que en el cuadro de Morisot, Cassat capta un momento íntimo entre madre e hijo, intimidad reforzada por esa bidimensionalidad con la que imitaba la estética japonesa.