La Rusia del s. XIX y comienzos del XX fue un lugar de efervescencia cultural donde la música destacó como una de las más importantes artes. En este contexto ubicamos las emblemáticas figuras de Tchaikosvky, Rimski-Kórsakov, Borodin o, ya adentrándonos en el s. XX, Prokofiev o Stranvinsky. Muchos de estos artistas compusieron música para ballets, creando algunas de las obras más importantes de esta disciplina artística que combina danza y música.
La capital cultural del país (y hasta 1918 también política), la ciudad de San Petersburgo, albergaba edificios dedicados a las artes como el famoso teatro Marinski, inaugurado en 1860. Allí se estrenaron algunas de las óperas rusas más importantes, pero no era este género el único que triunfaba entre el público petersburgués, especialmente aficionado a los ballets. Y es en este género donde una figura destacó por su brillantez: Sergei Diaghilev (1872-1929).
Los ballets rusos de Diaghilev
Sergei Diaghilev (1872-1929) fue un empresario y crítico de arte que fundó en 1898 la revista “Mundo de arte”, donde daba rienda suelta a su pasión por la cultura, a su vocación de mecenas artístico y a su interés por dar a conocer la cultura rusa al mundo. Pero más allá de esta faceta, ha pasado a la historia como fundador de la compañía de los Ballets Rusos, que a partir de su creación en 1907, arrancó con un ambicioso programa en los escenarios que se prolongó hasta 1929, año en el que su fundador falleció y la compañía se disolvió.
Cuando la compañía ofreció sus primeros espectáculos, el público no quedó indiferente ante esta propuesta vanguardista, llena de colorido y exotismo, que rompía totalmente con las formas tradicionales del ballet clásico.
Diaghilev fue consciente del valor de sus producciones y pronto comenzó su andadura europea: el 19 de mayo de 1909 tuvo lugar la primera representación en París, ciudad que, a partir de ese momento, acogió año tras año los estrenos de la compañía. Las representaciones fusionaban a la perfección la tradición rusa con elementos artísticos de las vanguardias europeas y fue un perfecto escaparate para la difusión de la cultura rusa en la Europa occidental.
Con las representaciones de la compañía, Diaghilev creó una obra de arte total en la que, además de los componentes básicos del ballet -música y coreografía-, incorporó a muy distintos artistas encargados de los libretos, la escenografía o el diseño de vestuario. Dos de sus colaboradores más importantes, Leon Bakst y Alexandre Benois, eran excelentes pintores que se dedicaron tanto a elaborar los decorados como a diseñar el vestuario.
Cuando los temas de los ballets tenían que ver con la historia o la literatura rusa, como es el caso de los “Cuentos rusos” de 1917, aprovechaban para inspirarse en la estética tradicional del folklore ruso. Algunos de estos diseños llaman poderosamente la atención por su modernidad. Cuesta imaginar que algo de tanto colorido, audaces formas geométricas e inusuales composiciones se diseñara hace más de un siglo.
Los espectaculares trajes de estas obras fueron vestidos por los grandes bailarines reclutados por Diaghilev, entre los que destacaron Paulova (1881-1931) y Nijinski (1890-1950). Uno de los papeles más importantes de este fue el esclavo dorado de Scherezade, con el que conquistó París en 1910. Nijinski era un bailarín que no dejaba indiferente, con un carisma y virtuosismo como pocas veces ha habido en la historia de la danza.
Se decía que aquel que le veía a actuar no podía olvidarle. En el caso de Scherezade, como en otras ocasiones, el vestuario fue diseñado por Bakst y fue una de sus creaciones de más éxito, admiradas por su colorido y exotismo. Hasta tal punto el ballet y la intervención de Bakst tuvieron éxito que incluso influyeron en la moda femenina y en la decoración doméstica.
Con el paso del tiempo, las producciones de Diaghilev fueron evolucionando y adaptándose a las nuevas modas. Compositores de vanguardia como Ravel (“Dafnis y Cloe”), Debussy (“La siesta de un fauno”) o Stranvinsky (“La consagración de la primavera”) se fueron incorporando a las colaboraciones buscadas por Diaghilev. También se fue llevando a cabo una continuada renovación estética, de tal forma que artistas como la Goncharova, Jean Cocteau, Giorgio de Chirico, Henri Matisse, Max Ernst, Joan Miró o el mismísimo Picasso intervinieron con sus propuestas artísticas. Estos artistas de primera línea fueron modernizando la concepción de los proyectos y vanguardias como el rayonismo, el cubofuturismo o el surrealismo fueron influyendo en la estética de las obras.
A través de esta extraordinaria historia de producciones y colaboraciones, Diaghilev consiguió el que había sido su principal objetivo: conseguir la integración de la historia, la música, la coreografía y el diseño en una obra única cuyo impacto global superaba incluso a cada uno de sus componentes, ya de por sí incomparables.
Gracias , el vestuario es precioso
BGM
Nuca imagine esa relación entre los artistas que comentas y la danza rusa. Que gran chispa para mi cerebro. Lastima no ver mas creaciones como la que muestras de picaso. Siempre agradecido, muchas gracias