En el último post, hablábamos de las innovaciones constructivas que propiciaron la aparición del estilo gótico en Arquitectura. Pero ya avanzaba, al terminar la entrada, que estas aportaciones novedosas no podrían haberse producido sin un clima que las favoreciera. ¿Qué propició la aparición del arte gótico?

El contexto histórico del arte gótico

Iglesia de Sant Pierre, Caen (foto: Thomas Millot en Unsplash)

Según avanzaron las investigaciones sobre el arte gótico, quedó en desuso la teoría historicista, encabezada por Viollet-le-Duc, y comenzó a defenderse una interpretación más contextual y simbólica. Las innovaciones y los cambios estilísticos en la Historia del Arte se producen habitualmente como consecuencia a una serie de cambios económicos, políticos y sociales, y no son simplemente un feliz descubrimiento propiciado por la repentina aparición de unas mentes preclaras. Y así, efectivamente, ocurrió con el arte gótico. Su máxima expresión arquitectónica, la catedral, apareció definida y vinculada a tres conceptos propios de la época bajomedieval: la ciudad, la monarquía y la iglesia. Vamos a verlos.

Frente a modelos como los del castillo o el monasterio, característicos de la Alta Edad Media, a finales de esta época las ciudades comenzaron a brillar con luz propia. El crecimiento económico y, sobre todo, artesanal y comercial propició la aparición de una nueva clase burguesa que se asentó y se enriqueció en el ámbito urbano. La catedral se constituyó como un espacio representativo de la ciudad, ya que no se trataba solamente de un centro religioso, sino que cumplía funciones comerciales, administrativas, jurídicas y educacionales. Era el núcleo de la vida citadina y el máximo representante del nuevo modelo ciudadano.

Pero además de representar el poder cívico, la catedral se convirtió en el gran elemento simbólico de las monarquías europeas. Son los reyes los que, en la mayoría de las ocasiones, propiciaron y financiaron la construcción de estos edificios que, en algunos casos, se convirtieron en lugares de coronación -como la catedral de Reims– o panteones reales -como la abadía de Saint-Denis. De hecho, no es casualidad que mencionemos dos ejemplos franceses, ya que el arte gótico apareció, en su nacimiento, indisolublemente ligado a la monarquía Capeta, la de los primeros reyes de Francia.

Catedral de Reims, Domenico Quaglio, 1827. (Imagen: Wikimedia Commons).

Saint-Denis, panteón real

Y precisamente en Saint-Denis encontramos el tercer pilar que favoreció la aparición del arte gótico: la iglesia. Suger, abad de la abadía de Saint-Denis, creó un nuevo programa artístico, en connivencia con el poder real de los reyes Capetos (fue consejero y amigo del rey Luis VI y de su hijo, Luis VII). Entre 1140 y 1144, el abad Suger construyó una nueva cabecera en la abadía donde pueden rastrearse los principios más antiguos de la arquitectura gótica.

El nuevo lenguaje, sutil y elegante, suponía una fórmula novedosa que funcionaba como una respuesta contundente dada por la monarquía al clero cluniacense y a la nobleza feudal, a los que trataba de imponerse. La arquitectura gótica nacía concebida para mostrar el poder real, y representar la alianza entre los reyes de Francia y el nuevo clero. Todo esto quedaba claramente manifestado en la grandeza y solemnidad de la catedral gótica, donde el elemento fundamental era la luz, como símbolo que representaba la divinidad.

Basílica de Saint-Denis. (Foto: UEFA).

En tan solo un siglo, se construyeron 18 catedrales en el reducido territorio de Ile-de-France, dominado por los reyes Capetos. El gótico había nacido y su expansión por Europa no tardó en llegar.