La mitología griega está llena de mitos que apelan a los orígenes de plantas y animales. A través de un episodio, en el que dioses y mortales protagonizan historias de amor, llegamos a un final trágico que se manifiesta en la aparición de una planta o un animal sobre nuestro planeta. Los ejemplos son múltiples y es una maravillosa función del mito que interpreta, de forma literaria y poética, cuestiones biológicas que apelan a la naturaleza.

Cipariso y el ciprés

Según la mitología griega, Cipariso fue un joven amante del dios Apolo, protector de las artes y la música. Enamorado del muchacho, Apolo le regaló uno de sus ciervos sagrados. Cipariso, encantado con el regalo, no solo convirtió al ciervo en su fiel compañero, sino que se dedicó a engalanar sus astas con flores y joyas. Un día, Cipariso salió de caza para utilizar su jabalina nueva, otro regalo de Apolo, e intentando dar caza a un ciervo mató por error a su querida mascota. El joven, desolado, pidió a Apolo que le permitiera llorar eternamente su pérdida. Y Apolo optó por una curiosa forma de cumplir el deseo de Cipariso: lo transformó en ciprés -cuyo origen etimológico proviene del nombre del joven-, árbol asociado con la tristeza y la pérdida de los seres queridos.

Hay un bellísimo cuadro que nos presenta a Cipariso antes de que se desencadenara la tragedia. El bello muchacho aparece junto a su amante, Apolo, y junto a otro de los favoritos del dios: Jacinto. También en este último caso la historia de amor terminó en drama, ya que, Apolo mató accidentalmente a Jacinto al lanzar un disco que, por un golpe de viento, le golpeó en la cabeza. Para honrar su memoria, lo convirtió en la flor que lleva su nombre. Aunque en el cuadro mencionado nada vemos de la metamorfosis de los jóvenes.

 

Apolo, Jacinto y Cipariso por Alexander Ivanov

El cuadro se halla en la Galería Tretiakov de Moscú. Realizado por Alexander Ivanov (1806-1858) en 1835, es una notable muestra del Arte Neoclásico con una equilibrada composición en la que Apolo es el protagonista central. Sobre un bucólico paisaje, los personajes disfrutan de la música sin prever el trágico final que se les avecina. Reconocemos al dios de las Artes por su corona de hojas de laurel y la lira que cuelga sobre una de las ramas del árbol, mientras que Jacinto es quien tañe la flauta y Cipariso se reclina plácidamente sobre el dios, tal y como explica desde el museo donde se aloja el cuadro. Lo cierto es que para esta identificación el artista ofrece pistas iconográficas, que demuestran su cercano conocimiento del mito: un disco, responsable de la muerte de Jacinto, reposa sobre la roca, apenas visible. Respecto a Cipariso, es el ciervo que yace a sus pies el que aporta al relato lo necesario para identificar a los personajes.

 

Apolo, Jacinto y Cipariso

Apolo, Jacinto y Cipariso tocando música y cantando, Ivanov (imagen: Galería Tretiakov)

Ivanov realizó este cuadro en Italia y aprovechó esta circunstancia para recrear, pintado del natural, un paisaje de los alrededores de Roma que nos remite al pasado clásico. Aunque apenas se nota, el cuadro está inacabado. Como explican desde el propio museo, por aquel entonces Ivanov tenía una relación muy cercana al filósofo Nikolai Rozhalin, formado en literatura antigua y filosofía germánica romántica. Tras la partida de Rozhalin de Italia, Ivanov dejó inacabado el cuadro. A pesar de ello, es una bellísima obra que, en realidad, esconde una trágica historia.