Subamos por un momento al lugar más emblemático de la ciudad de Atenas: la Acrópolis. Restos monumentales como los de los Propíleos, el Erecteion o el templete de Atenea Niké rodean al edificio del s. V a. C. que se ha convertido en el símbolo, no solo de la propia ciudad sino de todo el mundo griego antiguo:
el Partenón. El más conocido de los templos griegos estaba dedicado a la diosa Atenea, protectora de Atenas a la que otorgó su nombre.
Construido por los arquitectos Ictino y Calícrates, el templo de la Atenea Parthenos fue decorado por
Fidias, amigo personal de Pericles y Aspasia. No es momento de repasar el magnífico repertorio escultórico de los frontones, las metopas o el friso jónico, pero sí de recordar que, hoy en día, si queremos contemplar la mayor parte de las esculturas que Fidias realizó para el Partenón no tenemos que ir a Atenas, sino al
British Museum de Londres. Fue Thomas Bruce Elgin, más conocido como Lord Elgin, cónsul británico en la Grecia otomana quien, en el año 1801, se llevó los conocidos desde entonces como «Mármoles de Elgin» desde Atenas hasta Londres. Y nosotros vamos a seguir sus pasos.
Los intelectuales y artistas del Londres de comienzos del s. XIX tuvieron la oportunidad de contemplar de cerca los Mármoles de Elgin, entre ellos el pintor
William Turner del que seguiremos hablando. Y es Turner quien nos guía hasta la
National Gallery de Londres, la más importante pinacoteca de Gran Bretaña.
La National Gallery de Londres
Una forma original de conocer el museo londinene es a través de la mirada de Frederick Wiseman, documentalista estadounidense especializado en filmar instituciones públicas. En la película documental «National Gallery«, estrenada en 2014, Wiseman presenta durante tres horas todo lo que hay que saber para conocer el funcionamiento del museo: desde las descripciones que de los cuadros hacen los guías hasta las reuniones de planificación y organización interna, pasando por los talleres de restauración o un taller para invidentes.
Es impresionante escuchar la descripción de cuadros como «Sansón y Dalila» de Rubens o «Los embajadores» de Holbein. O contemplar asombrados cómo debajo de un cuadro de Rembrandt el restaurador descubre oculta otra pintura totalmente distinta.
Wiseman no trabaja sobre un guion previo. Filma horas y horas de metraje y es en el proceso de selección de las imágenes filmadas y el montaje, que él mismo realiza, cuando organiza las distintas escenas para dotar de estructura a la película, siempre desde una mirada objetiva en la que deja que sean los propios protagonistas los que hablen por sí solos.
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