Todos conocemos las maravillas que alberga el Museo del Prado en su interior. Pero, ¿os habéis fijado en su exterior, en sus fachadas, en su arquitectura? Hoy os voy a hablar de un relieve escultórico que decora la fachada de la entrada de Velázquez. Cuenta con una iconografía muy especial ¡y es digno de análisis!
La fachada de Velázquez
La puerta o fachada de Velázquez se corresponde con el ala oeste del edificio neoclásico que proyectó el arquitecto Juan de Villanueva en 1785. En un principio, el Prado fue creado como Gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III, hasta que su nieto, Fernando VII, lo convirtió en Real Museo de Pinturas y Esculturas.
La fachada de Velázquez se diseñó como entrada principal al museo, a pesar de que hoy en día el acceso se lleva a cabo por la fachada de Goya o la entrada de los Jerónimos. Toma su nombre de una escultura del genial pintor sevillano, que hoy en día contempla impasible las colas de visitantes que pasan delante suyo, esperando pacientemente -o no tan pacientemente- que les toque entrar.
El relieve escultórico
El relieve de la fachada de Velázquez tiene por título “Fernando VII recibiendo los atributos de Minerva y las Bellas Artes“, haciendo referencia al momento en el que el monarca transformó el Gabinete de Ciencias Naturales en museo de arte. Se trata de un tratado de iconografía clásica, en el que podemos identificar a distintos dioses, diosas y otros personajes mitológicos, en un alarde de simbolismo que ensalza el saber, el arte y la ciencia, protegidos por el monarca. La obra fue diseñada por Ramón Barba (1767-1831), que tenía que ser un excelente conocedor del mundo clásico, además de ser un gran escultor neoclásico. Barba comenzó a ejecutar el relieve en 1830, prolongando su trabajo hasta el año siguiente, pero murió antes de poder finalizarlo. En 1840, el también escultor José Tomás y Genevés (1793-1848), se encargó de retomar el proyecto y colocar el relieve en la fachada.
Es fácil reconocer al rey Fernando VII, que aparece sentado en un trono, con su característico perfil, que tan bien conocemos a través de los cuadros de Goya. El monarca aparece elegantemente ataviado, con un león a sus pies. La mujer que aparece a su izquierda, arodillada, es una representación alegórica de la Arquitectura. A su izquierda, vemos a la Pintura y a la Escultura, dado que estas tres disciplinas eran las que se consideraban las tres grandes artes -tal y como también vemos en el edificio de la Secesión Vienesa-. La Escultura porta un cincel sobre una cabeza tallada, mientras que la Pintura lleva un retrato de Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII e impulsora del proyecto del museo, que ya para entonces había fallecido.
Intentar identificar al resto de personajes según su aspecto y los objetos que portan es un ejercicio divertido para aquellos a los que os guste la mitología. Empezando por la izquierda, vemos una composición de tres figuras. Clío, musa de la historia, escribe sentada sobre la alegoría del Tiempo, identificado con el dios Saturno, que porta un reloj de arena y la guadaña con la que cercenó los testículos de su padre Urano. A su izquierda, una Alegoría de las Letras. Siguiendo hacia la derecha vemos a Urania, otra de las nueve Musas, en este caso protectora de la ciencia astronómica. Es el motivo por el que porta un globo terráqueo -u otro planeta- en una mano e instrumentos de geometría y medición del tiempo en la otra.
Tras el trono de Fernando VII, a la derecha, nos encontramos con cuatro divinidades, repitiendo una iconografía muy común del mundo clásico en la que los dioses protegían la figura del emperador. La primera es Minerva, algo normal si tenemos en cuenta que era, además de diosa de la guerra, símbolo de inteligencia y protectora de la artesanía. Gira su mirada a Apolo, el dios de las artes y la música, al que acompañaban, precisamente, las Musas, origen de la palabra “museo” y “música”. Nos faltan otros dos de los Doce dioses del Olimpo: Mercurio, con su gorro alado y su caduceo, y Neptuno, con el tridente.
Podría agradecer la inspiración para este post a Clío o Minerva, pero en vez de ello, se lo agradezco a mi padre, José Luis, ¡que fue quien me propuso este tema!
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