La mitología clásica tiene en los héroes protagonistas de excepción. Estos personajes eran semidioses, es decir, hijos de una divinidad, y un o una mortal. Contaban con características extraordinarias, pero, a diferencia de los dioses, no eran inmortales. Algunos de los héroes más importantes fueron Heracles -el Hércules de los romanos-, Aquiles, Teseo o nuestro personaje de hoy: Perseo.
Perseo
(foto: Wikimedia Commons).
Perseo era hijo de Dánae y de Zeus-Júpiter. Desde el momento de su nacimiento, estuvo señalado por el destino, ya que su madre había sido encerrada en una torre para que no pudiera tener ningún hijo, dado que un oráculo había vaticinado que este sería el responsable de la muerte del padre de Dánae. Zeus se transformó en lluvia de oro para poder yacer con la joven y fruto de ese encuentro nació Perseo.
Ya adulto, el rey Polidectes, que se había enamorado de Dánae y quería deshacerse de Perseo, consiguió que el joven se sometiera a una terrible misión, con la excusa de ofrecer un presente a la bella Hipodamía. Perseo se ofreció a conseguir la cabeza de Medusa, una de las tres Gorgonas, que contaba con el peculiar don de convertir en piedra a todo aquel al que mirara.
La principal dificultad con la que se iba a topar el héroe era la mirada petrificadora de Medusa, pero fue la diosa Atenea -Minerva para los romanos- la que le otorgó la solución. Le prestó su escudo para que Perseo lo empuñara, acercándose de espaldas a Medusa. Así podría ver los movimientos del monstruo a través de su reflejo en el escudo y darle un golpe final sin quedar convertido en piedra. En agradecimiento, y tras mostrar la cabeza a Polidectes, Perseo se la entregó a Atenea que a partir de aquel momento la incorporó a su armadura, como símbolo protector.
El Tesoro de Lameira Larga
La idea de hablar en este post de Perseo, me vino dada por una pieza arqueológica de extraordinarias características. Se trata de un conjunto funerario romano, datado en los siglos I y II d. C., que se localizó en Lameira Larga (Portugal), territorio perteneciente a la Lusitania romana. Está compuesto por varias piezas de vajilla, de exquisita factura, realizadas en plata, y otros objetos en vidrio y cerámica. Fue descubierto de manera casual en 1909 y se encuentra hoy en día en el Museo Nacional de Arqueología de Portugal, en Lisboa. Poco se sabe del enterramiento y del personaje al que pertenecía, pero parece evidente que tendría que tratarse de alguien de un alto estatus social, dada la calidad del ajuar.
La pieza estrella de este tesoro es una pátera -un plato de poco fondo utilizado en las ofrendas y sacrificios- que presenta un relieve, con la escena principal del mito de Perseo, que incluye varias zonas cubiertas de pan de oro. El protagonista indiscutible es Perseo, que aparece en el centro de la escena, portando las sandalias aladas del dios Hermes (o Mercurio, ya que estamos en época romana), que aparece a la derecha del héroe, bien caracterizado por el pétaso -el sombrero alado- y el caduceo. La espada que lleva el héroe también le fue prestada por el dios de los viajeros. A la izquierda, la diosa Atenea sostiene su escudo en el que Perseo se refleja, con unas proporciones totalmente distorsionadas, pero necesarias para entender el contexto del mito. Abajo a la derecha, las tres Gorgonas aparecen refugiadas en una gruta. Una de ellas no aparece en relieve, sino que tan solo está incisa entre las cabezas de sus dos hermanas, por lo que pasa casi desapercibida. Hay distintos elementos simbólicos que completan la iconografía de la escena, como el olivo que se extiende detrás y por encima de Atenea, que incluye una lechuza posada en una de sus ramas.
Perseo conseguirá escapar con éxito de la caverna de las Gorgonas gracias al uso del casco de Hades, que otorga la invisibilidad. En el camino se topará con la bella Andrómeda, pero la historia de amor que surgió entre ellos la dejamos para otro día.
[…] Pero Dánae, joven de gran belleza, se convirtió en fruto del deseo para Zeus. Zeus (el Júpiter de los romanos) dedicaba gran parte de su tiempo a intentar seducir a jóvenes y metamorfosearse en todo tipo de animales o elementos para poder conquistarles. ¡La lista de metamorfosis y amantes es casi interminable! En esta ocasión, Zeus lo tenía un poco más complicado dado el encarcelamiento de Dánae. Así que se transformó en una lluvia de oro que pudo filtrarse por la ventana de la torre, yacer con la joven que quedó embarazada del héroe Perseo. […]