La técnica del mosaico se inventó en la Grecia helenística, pero se constituyó en una de las manifestaciones artísticas más interesantes del Imperio Bizantino. ¿Quieres saber más?
La técnica del mosaico
A lo largo de la historia, ¿cómo se han llevado a cabo los distintos procedimientos para crear objetos arqueológicos u obras artísticas? En pintura hablamos de témpera, óleo, acuarela, gouache, pastel y un largo etcétera. También tenemos las técnicas del dibujo, los grabados, por no hablar de la escultura trabajada en arcilla, piedra o bronce. En este curso, repasaremos los distintos materiales y procedimientos, ilustrados por numerosos ejemplos, desde la Prehistoria hasta nuestros días, pasando por el Renacimiento, el Barroco o el s. XIX. Y el mosaico, fundamental en la decoración de pavimentos y paredes, será una de las técnicas protagonistas.
Los mosaicos más antiguos aparecieron en la época helenística, concretamente en la ciudad griega de Pella, capital del reino macedónico del que fue monarca Alejandro Magno. Se realizaban con guijarros de río de colores y no fue hasta época romana que comenzaron a utilizarse las teselas, pequeñas piezas de forma cúbica, recortadas en mármol, a veces también en pasta vítrea, que, combinadas en distintos colores, conformaban una imagen.
Los mosaicos romanos más simples contaban solo con motivos geométricos, a los que se fueron sumando paulatinamente formas más complejas y decoraciones vegetales, hasta llegar a escenas que, utilizando unas teselas diminutas, conseguían formas tan elaboradas como las de una pintura. Pero todos los detalles de esta práctica milenaria los dejaremos para otra ocasión. Avancemos hasta la Edad Media…
El mosaico bizantino
El arte paleocristiano, en el Bajo Imperio Romano, mantuvo el mosaico como técnica decorativa, pero cambiando totalmente su uso y significado. Ahora los motivos tenían que ver con temas cristianos, e incorporaban una nueva iconografía, repleta de símbolos como el crismón, los peces o los pavos reales.
Un nuevo paso en la evolución del mosaico llegó con el Imperio Bizantino. Las decoraciones musivarias se trasladaron definitivamente desde los suelos hasta las paredes y los techos, ocupando los ábsides de las basílicas cristianas más importantes. Dejaron de tener una función básicamente decorativa, para constituirse como soporte de dos importantes mensajes: la propaganda política en torno a la figura del emperador y el mensaje cristiano. Otra novedad fue la incorporación de teselas cubiertas con pan de oro. Los fondos dorados fueron una de las características más singulares de estas obras que se extendieron desde el s. VI hasta la caída de Bizancio en 1453.
Una de las basílicas donde los mosaicos bizantinos más destacaron fue la de Santa Sofía en la actual Estambul. Pero si algún lugar puede considerarse la capital del mosaico es la ciudad de Rávena, en el norte de Italia. Capital del Reino Ostrogodo bajo el reinado de Teodorico, lo fue también de la parte occidental del Imperio Bizantino, durante el gobierno del emperador Justiniano, en el s. VI, y hasta mediados del s. VIII d. C.
Ya con anterioridad, se habían llevado a cabo excelentes ejemplos de mosaicos, como es el caso del espectacular Mausoleo de Gala Placidia. Pero, a partir de la conquista de la ciudad por el general Belisario, Justiniano emprendió un programa de embellecimiento de la ciudad, a pesar de que nunca estuvo allí. Reconstruyó algunas de las basílicas ostrogodas, como San Apolinar il Nuovo, en la que rehizo los mosaicos para eliminar del todo las referencias a su pasado ostrogodo. Otros edificios, en cambio, los construyó de nueva planta, como San Apolinar in Classe. Más conocida, pero no más asombrosa que las demás, es la iglesia de San Vital que cuenta con una interesante peculiaridad: incorpora dos paneles de mosaicos en los que vemos retratados, respectivamente, a Justiniano y su séquito, y a su esposa Teodora.
Entrar en cada una de estas iglesias bizantinas es una experiencia única: los fondos dorados dan una bellísima luminosidad a las figuras cuyas vestimentas y tocados son un prodigio de ornamentación. Si nos paramos a pensar que se realizaron en una época tan primitiva como el s. VI, en plena Alta Edad Media, todavía cobran más valor. Y sus personajes nos susurran que, aunque parezca increíble, que en el norte de Italia había un pedacito de Bizancio a la altura de Constantinopla, su capital.
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