239. Circe y la Odisea

La Odisea de Homero

La Odisea de Homero es una obra referencial en la historia de la literatura. Es también un libro de aventuras, lleno de magia y emoción. Y uno de los pilares de la literatura occidental en el que se define «el viaje del héroe» y se proponen técnicas narrativas de tremenda originalidad, como el uso del flashback.

Toma su nombre de Odiseo, más conocido como Ulises, su nombre romano, de tal manera que su viaje de regreso a Ítaca, su patria y reino, se convierte por antonomasia en un periplo lleno de aventuras y obstáculos, una odisea, en definitiva. Por el camino va encontrándose con decenas de personajes. De algunos de ellos, como de las Sirenas, ya hemos hablado en este blog. Hoy nos interesan los personajes femeninos, grandes protagonistas en la sombra, como es el caso de Penélope o Calipso, entre los que destaca con luz propia la gran hechicera Circe.

Circe, la hechicera

Las mujeres en la sociedad de la antigua Grecia tenían sus movimientos muy limitados. No podían participar en la vida pública, mucho menos en la política, y su labor como esposas y madres las condenaba al interior de sus hogares. Muy pocas mujeres, incluso en la Mitología, escapaban de esta realidad. Era el caso de aquellas que tenían poderes sobrenaturales, magas, hechiceras o sacerdotisas con el don de la adivinación. En definitiva, Circe, Medea y Casandra.

Circe era hija de Helios, el sol, aunque su maternidad es discutida y oscila entre varios nombres, como la oceánide Perseis, la pléyade Astérope o la diosa Hécate. Fue protagonista de distintos episodios, siempre relacionados por sus dotes para la magia, pero el más célebre de todos es el que se narra en la Odisea.

Circe y Odiseo

Circe con tres marineros convertidos en cerdos. Palacio de Tiberio en Sperlonga, Italia

Circe con tres marineros convertidos en cerdos. Palacio de Tiberio en Sperlonga, Italia (foto: autora)

Instalada en Eea, Circe contaba con un extraordinario poder: mediante el uso de pociones máginas, que elaboraba con plantas y hierbas, convertía en animales a aquellos que recalaban en su isla. El más ilustre de sus visitantes fue Odiseo que llegó hasta Eea en barco, acompañado de su tripulación.

La narración transcurre en el libro X del relato homérico. No conocemos los hechos en tiempo real, sino que el episodio forma parte de los recuerdos que Odiseo comparte durante un banquete en la Isla de los Feacios.

Circe. John William Waterhouse

Circe. John William Waterhouse (imagen: Posterlounge)

Así, narrado como un flashback, sabemos que Odiseo hizo desembarcar a la mitad de sus hombres, quedando él mismo y otros tantos en la nao a la espera de que exploraran esa nueva tierra ignota. Según la maga vio llegar a los marineros, los invitó a un banquete, introdujo sus pociones en los alimentos y, al toque de su vara, los transformó en cerdos, ante la atónita mirada de Euríloco que, escéptico ante semejante recibimiento, se había escondido.

Me encanta la versión que el pintor Waterhouse hizo de este momento, cuando Circe alza la poción y enarbola su vara, mientras a los pies vislumbramos un jabalí. Odiseo, solo anécdota en esta pintura, aparece tímidamente reflejado en el espejo que hay tras la diosa.

Euríloco corrió al barco para dar noticia a Odiseo de la asombrosa metamorfosis de sus hombres y de las peligrosas dotes de la maga. Este decidió acudir al rescate de sus hombres. Contó con la ayuda de Hermes, que le entregó la planta moly, un potente antídoto que le protegería del encantamiento.

Circe, atónita ante la inmunidad del héroe, acabó cediendo y devolviendo a sus tripulantes su forma humana. Fue el comienzo de una apasionada relación, ya que la maga se enamoró perdidamente de Odiseo. Esta vez, el rey de Ítaca, que había permanecido inmune ante sus hechizos, cayó en las redes del amor.

La despedida

Odiseo y sus marineros permanecieron en Eea durante un año entero. Finalmente, fue la propia Circe la que en un acto de amor y generosidad convenció a Odiseo de que debía partir para retomar el regreso a Ítaca. No solo eso, sino que incluso le dio las instrucciones necesarias para poder salir indemne de la peripecia. Por un lado, le ofreció indicaciones para atravesar, con el menor daño posible, el terrible estrecho entre la monstruosa Escila y el remolino de Caribdis. Finalmente, le aconsejó como salvar el peligro de las Sirenas.

Como mujer que cuenta con poderes sobrenaturales, Circe supone un peligro para los hombres a los que utiliza y transforma a su voluntad. Habita un espacio liminal, fronterizo, que escapa a las rígidas normas de la sociedad griega, cuyo modelo de mujer ideal representa Penélope. La esposa de Odiseo lo espera pacientemente en Ítaca. No solo eso, sino que debe idear complicadas estratagemas para evitar a sus pretendientes y proteger el trono de su esposo, que algún día corresponderá legítimamente a Telémaco, el hijo de ambos.

Circe, Wright Barker, 1889 (imagen: Meisterdrucke)

Penélope es el ideal. Es la virtud y la paciencia. Circe es el riesgo, es la representación de los peligros que acechan al hombre si se deja llevar por sus instintos, si sucumbe al deseo que lo apartará de sus responsabilidades como esposo, padre, rey y guerrero. Y, sin embargo, es la voluntad de Circe la que impulsa al héroe a recobrar su cordura y las obligaciones que le corresponden. Es la generosidad de Circe la que, a pesar de quedar desolada por la partida de su amante, le quiere lo suficiente como para ayudarle a regresar a un lugar del que nunca retornará.

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